Personas ejerciendo su derecho al voto el pasado 10N. MANU GARCÍA
Personas ejerciendo su derecho al voto el pasado 10N. MANU GARCÍA

Si el debate que hoy por hoy tiene que mantener la izquierda es si España es una democracia plena, es que estamos muy perdidos. Realmente no sé las circunstancias por las que el vicepresidente segundo del gobierno, Pablo Iglesias, ha puesto en el centro de su discurso político de estos días la supuesta falta de democracia en nuestro país. Son momentos electorales, han disculpado alguna, se han exagerado el valor de sus palabras, tercian otras; pero la realidad es que con esa voluntad o sin ella, las palabras dichas, y mantenidas por Iglesias, han vuelto a chirriar en el momento en que se han dicho, tanto como aquellas en las que ponía en el mismo plano factual a los exiliados republicanos con Puigdemont. Una boutade.

Es la verdad, ha exclamado con su habitual vehemencia el vicepresidente, y la polémica crece entre los más afectados por dicha sentencia, es decir, entre la propia izquierda que hoy por hoy es la que tiene el gobierno, y la que, supuestamente, pone por encima de cualquier otro valor, el de la democracia plena de nuestro país como fundamento de la acción política.

Es habitual que Pablo Iglesias nos haga sentir a los demás un poco cohibidos ante su contundencia en descifrarnos lo que es la verdad, pero, y también él debería entenderlo, lo que nos dice, y en este caso está bastante claro, es “su” verdad, y aunque el resto de los mortales no parezcamos tan dotados para no dejarnos engañar por los espejismos de este totalitario país, como también nos quiere hacer creer la derecha, no parece Iglesias que sea muy justas con demasiada gente, y con nuestra historia, sus palabras. No conozco en profundidad cuales son los estándares de democracia que nos señala Iglesias en su alegato; no los señala y por eso, quedándome más tranquilo, sigo insistiendo en que, independientemente de su consideración de lo que es una democracia y lo que no, y no tengo capacidad para estar en la cabeza del vicepresidente para intentar atisbar cual o cuales son los países que nos puede poner como ejemplo de democracia “normal”, prefiero en este caso quedarme con el razonamiento que ha hecho el alcalde de Cádiz al respecto, dando por descontado que vivimos en una democracia pero que lógicamente es perfectible. Pues si, eso es, y así siempre debe ser.

La democracia no es algo estático, tampoco es algo permanente, no es energía, la democracia se crea, se puede destruir y, ojo aquí, también se transforma, de hecho desde algunos partidos, cuando hablan y no paran de democracia, en realidad están hablando de otra cosa o como poco de “su” democracia, por eso es conveniente que desde los elementos progresistas de la sociedad nos pongamos de acuerdo en algunas cosas básicas que a mi entender no sofocan nuestro cariño a este sistema político, y por descontado, lo fortalece de cualquier veleidad autoritaria, aunque de apariencia democrática.

La democracia no es algo estático, tampoco es algo permanente, no es energía, la democracia se crea, se puede destruir y, ojo aquí, también se transforma

España es un país democrático, sin duda, pero también es innegable que la calidad de esta democracia se pone en riesgo por el funcionamiento o el escaso fervor democrático de algunos estamentos o instituciones del propio sistema; de tal forma que tenemos que seguir profundizando en nuestros valores, siendo los principales los de la libertad e igualdad, los de la solidaridad, el respeto, el equilibro e independencia de los poderes…en definitiva siguen de actualidad aquellos que inspiraron a los revolucionarios franceses. Es por ello que no podemos taparnos los ojos ante el desaguisado producido por la monarquía, que más allá de tener un comportamiento ejemplar, son ejemplo de lo peor. Es imposible no ser conscientes de que el poder judicial, independiente, sí, pero escasamente imparcial, está dominado por elementos de poca adhesión democrática.

Es imposible no ser precavidos cuando mandos militares o cuando en el estamento policial, las consignas que se siguen son aquellas que defienden la aniquilación de nuestro sistema democrático que ellos han jurado defender. No hay que ser muy listos tampoco para entender que los poderes económicos influyen, no legítimamente, en la política de este país. Por esto, y por muchas más circunstancias, insisto en la necesidad de seguir profundizando en nuestra democracia para que no nos la quiten, y, querido vicepresidente, donde tu no ves democracia, muchos, porque precisamente creemos que vivimos en un país democrático, estamos convencidos que desde la acción de gobierno se puede mejorar la calidad de ésta.

Decía Antonio Machado:

Tu verdad no, la verdad;

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

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