¿Cuánto cuesta una colonoscopia?

Aunque luchar, lo que se dice luchar, es lo que ha hecho la periodista Ana Rosa Quintana, con su lucha y con la inestimable ayuda de la Divina Providencia ha conseguido

Manifestación por la Sanidad pública, en defensa del SAS, en una imagen de archivo.
Manifestación por la Sanidad pública, en defensa del SAS, en una imagen de archivo. GERMÁN MESA

¿Os han hecho alguna vez una colonoscopia? A mí unas cuantas como consecuencia de malos precedentes familiares. La primera vez fui desconfiado, angustiado...aterrorizado. Por más que me insistían en que, por efecto de la sedación, no sentiría nada, casi estuve a punto de salir corriendo después de visualizar en mi mente el momento en el que el sanitario o sanitaria introducía por mi ano ese tubo, cuyo diámetro desconozco pero que en mi imaginación era algo incompatible con la capacidad de absorción de mi esfínter. No dolió. Nunca me ha dolido, cierras los ojos y cuando los abres, es decir: ya, todo ha terminado y solo te queda ir a una sala donde las propias enfermeras te animan a que elimines el aire introducido en tu intestino grueso a base de pedorretas. No digo que sea agradable pero desde luego es una prueba diagnóstica que salva muchas vidas. Hay pruebas como las mamografías, una simple radiografía, una analítica de sangre...cualquier prueba puede ser vital para evitar futuros problemas o advertirlos de manera temprana. Eso es la medicina: la ciencia que trata de prevenir o curar las enfermedades. 

No se trata de hacer aquí un relato de las cosas que me han hecho en las consultas de diversos especialistas, o mi médica de familia, no os voy a dar la brasa con eso, aunque si alguien está interesado en conocer mi currículum sanitario pues perfecto porque a la edad que tengo comienzo a tener la manía de establecer con mi entorno entretenidas conversaciones sobre temas de salud; de hecho –y si no es así, ya lo será– en cuanto comienzas a cumplir un número de años abultado, comienzas a avanzar, a acercarte a las décadas en las que te hacen descuento por tu edad, te dan un carnet que atestigua que necesitas ayudas, cuando poco a poco, casi sin darte cuenta, ya son varias las veces que en el autobús un amable muchacho o muchacha te invita a sentarse en su plaza al considerar que los “ancianos” tienen esa prioridad. Una edad en la que si te caes en la calle ya no rebotas, directamente te haces mucho daño y, para colmo, algunas personas jóvenes se interesan inmediatamente por tu estado de salud «¿está usted bien, señor? ¿quiere que lo llevemos a algún sitio? ¿quiere un vaso de agua?», y tú, claro está, te levantas muy donoso, con altivez...pero por dentro tienes unas ganas tremendas de llorar porque la rodilla te duele como una condena y encima, la muñeca, esa maldita muñeca minada de una incipiente pero galopante artrosis, es como si te la estuvieran retorciendo, entonces, cuando esas cosas te pasan, la conversación sobre la salud se convierte en la más recurrente.

Menos mal que en cualquier caso si todas esas cosas te ocurrren, todas vienen avaladas, tanto las pruebas diagnósticas como las terapias, por el sistema sanitario. ¿Cuánto cuesta una colonoscopia? ¿y una prótesis de rodilla? ¿y una terapia oncológica con cirugía, quimioterapia, radio y todos sus avíos? Ni idea, creo que bastante caras, no solo por la operación o el tratamiento, hablamos de camas de hospital, comidas, medicinas, cuidados y todo lo que comporta cuando caes en lo que al final caemos todos porque, a pesar de lo que decía el sanitario que se hacía llamar Spiriman, la enfermedad existe y si lo pensamos bien, nadie se muere sano, aunque sea por una maceta que se te haya caído en la cabeza. Hay que aceptar que para sobrevivir a la enfermedad no basta lo de la psicología positiva –un camelo importante–, necesitamos un sistema de salud que retrase nuestra despedida de este mundo. Desgraciadamente Spiriman ha fallecido y supongo que eso ha sucedido a pesar de que él pensaba que no iba a ocurrir porque puso todo lo que pudo para no morir. Descanse en paz. Aunque luchar, lo que se dice luchar, es lo que ha hecho la periodista Ana Rosa Quintana, con su lucha y con la inestimable ayuda de la Divina Providencia ha conseguido, según sus palabras, el milagro de su curación. Me alegro. De todas formas quiero suponer que algo, aunque fuera poco, habrán hecho los médicos y enfermeras –no sé si en la sanidad pública o en la privada– por su restablecimiento. La comprendo cuando critica, en su primera aparición televisiva después de su enfermedad, que se destine tanto dinero público, para el sostenimiento y mejora del Sistema Nacional de Salud. La entiendo, lo suyo fue un milagro y, por tanto, aunque ya digo que algún granito de arena pondrían sus médicos, a los milagros no hay necesidad de engordarlos a través de los presupuestos generales del estado, todo lo más, aumentar la asignación a la Iglesia que es la que hace los milagros.

Yo, de todas formas, no lo voy a confiar todo a ningún santo, o mejor dicho sí: a los santos de la sanidad pública universal y gratuita aunque con una aportación modesta con arreglo a mis capacidades económicas, voy a seguir aportando sin chistar y alegremente el dinero que me corresponda en impuestos para que siga haciéndome colonoscopias u otras pruebas con la única preocupación de que no me duelan o que no me diagnostiquen nada malo, sin tener que pensar en lo que me van a costar o si habrá algún San Judas Tadeo dispuesto a echarme una mano.

A mi edad y lo que me queda –que espero que sean muchos años–, con lo que lleva uno en lo alto, lo que más deseo es que no me duelan los pies y las piernas, hacer pipí como dios manda, no seguir perdiendo vista y comer de todo sin que estar pendiente del Omeprazol.

 

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído