La chirigota del 'Cascana', en un momento de su actuación en preliminares.
La chirigota del 'Cascana', en un momento de su actuación en preliminares.

Estamos en plena explosión carnavalesca. Un “reventón” de colorido, de transgresión, desorden, músicas, letras…empujones, vomitonas, orines…camarones, chocos, bocadillos de lo que sea… es carnaval. Y es realmente sorprendente, un año más, el escuchar, el contemplar tanto derroche de ingenio de una multitud de personas que bien para el concurso o bien para su muestra directamente en las calle dan muestras de un arte singular.

Es algo que tiene una difícil explicación por la gran calidad que tienen esas composiciones que llaman tanto la atención, como fácil es esa explicación si siendo de Cádiz o como espectador que desde fuera nos observa, concluyes sin mucho intermediario en que hay unas coordenadas culturales, que muchos dirán ancestrales pero que no se remontan a demasiados lustros, que se plasman en una hemorragia de letras y músicas, decenas de miles, que cada año nos dejan con la boca abierta, la sonrisa puesta, el corazón emocionado.

Es indudable que el Carnaval, y esto incluye a los que no les atraiga esta fiesta, tiene un componente esencial para su aceptación multitudinaria que no es otro que el de la transgresión a través de la libertad de expresión. No hay Carnaval sin transgresión y no hay transgresión sin libertad. Dicho esto, ¿cuáles son los límites? Pues los que implican un razonamiento propiamente humano, el suponible sentido común, no hay más…y no es poco. Por eso resulta hasta grotesco el que de un tiempo a esta parte vayan surgiendo grupúsculos de ofendiditos que tratan de encapsular esa libertad entendiendo que hay temas o cuestiones que no deben ser cantados en esta fiesta y mucho menos hacer bromas o cachondeo de los mismos.

Este año las polémicas han sido varias, las más señaladas han sido las provocadas por un colectivo como es el Consejo de Hermandades de Semana Santa que aunque ni mucho menos representan los sentimientos de cada miembro de la “grey” incluso han divulgado un comunicado quejándose amargamente que hubiera agrupaciones carnavalescas cachondeándose de las figuras de Cristo y la Virgen, poniendo en solfa el que esas interpretaciones puedan ponerse en televisión. Otra polemica ha surgido porque una chirigota emulaba, con un repertorio excelente, la castástrofe de Chernobyl y hay muchas personas que te dicen claramente que meterse con esas cosas debería estar prohibido, y ni mentar catástrofes, enfermedades, nada de discapacitados...

¡Ay, mama, que todavía hay gente que no se da cuenta que precisamente el carnaval es para molestar!, para meter el dedo en el ojo, que nadie está obligado a reírse, ni a emocionarse con las coplas. Cualquier año van a sacar comunicados de quejas el Cádiz Club de Fútbol cuando se meten con el equipo; o la casa real, objeto cotidiano de las burlas reiteradas de nuestras chirigotas. Tampoco se podrá meter uno con el gobierno, ni con el PP, por supuesto nada de religión que se ofenden. Prohibido hacer sátiras de personajes públicos, y que a nadie se le ocurra hacer autocrítica sobre Cádiz. Y que ya vale de sexo y menos picha, carajo, coño y cojones que eso está muy feo. En definitiva, no habrá tema o cuestión a abordar en nuestras coplas porque siempre habrá un colectivo que se sienta ofendido.

Para gustos los colores, y desde luego a quien no le guste el Carnaval, pues nada a otra cosa, pero al que se le llene la boca hablando de esta fiesta, pagana, sinvergüenza y ordinaria, que no se le olvide que precisamente por eso, porque es pagana, sinvergüenza y ordinaria, es por lo que tendrá que aguantarse. Eso es el Carnaval. Y demasiada piel finita es lo que hay.

Por otra parte, y esto vale para todo en la vida, cada uno sabe lo que hace y lo que dice: si tú te metes con alguien no te quejes de que después se metan contigo. Con esto quiero decir que a pesar de todo lo escrito en los anteriores párrafos, estoy y, por lo que me dicen, están encantados que haya estas polémicas, puesto que como ya he dicho el carnaval es polémica. El mismo derecho asiste a un chirigotero a reírse de la Virgen católica o de Mahoma —el de los huevos de goma— que uno que se sienta ofendido por ello te critique. Eso es el quid pro quo del carnaval y yo diría que de la vida. Insisto, el límite está en lo que el sentido común nos asista, sea esto lo que sea.

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