Mamma-mía
Mamma-mía

Una fotografía que debiera ser histórica, en el peor sentido del término, recorrió ayer las redes sociales gracias a ese algoritmo que te selecciona lo más destacado del universo de Jerez de la Frontera.

Chavales, jóvenes, casi adolescentes, pero ya trabajadores precarios que van conociendo de primera mano las miserias que les han sido heredadas. Las del empleo basura, las horas que valen menos que el aire, los derechos que se volatilizaron, los sueldos con los que no se puede soñar con tener una familia ni una vida digna, el asociacionismo como único remedio.

Los empleados y empleadas de Yelmo Cines denunciaron sus penosas condiciones laborales convocando nueve días de huelga, en el mismísimo corazón del centro comercial del que se dijo que traería prosperidad y trabajo a Jerez. Área Sur fue vendida a la población como una enorme impulso para el tejido económico de Jerez de la Frontera, pero en esencia, solo ha desertificado el centro de la ciudad y traído explotación laboral y trabajo de pésima calidad, postrándose de paso al servicio de las multinacionales.

No hay que olvidar que Yelmo Cines acabó 2017 con un valor de algo más de 120 millones de euros, un 20% más que el año anterior, algo que difícilmente justifica sus sueldos indecentes.

Cinépolis, la empresa mexicana que comprara en 2015 Yelmo cines, no ha desembarcado en España precisamente para mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores. Es una compañía opaca –no publica sus resultados-, que mientras mantiene a sus trabajadores en la precariedad, abre cines luxury por todo el mundo, convoca concursos entre sus empleados para potenciar su marca (¡viva la hipocresía!), desarrolla un programa de aceleración de empresas y cuenta con la complicidad de los medios nacionales e internacionales, que lo tildan como caso de éxito.

Pero su responsabilidad social corporativa es nula. No puede ser un éxito tener a tus trabajadores así.

Se ve en los ojos de esos jóvenes. Al fondo de sus pupilas, una mezcla de incertidumbre, decepción y tristeza, que se une a la certeza de que ante la más mínima oportunidad, emigraran buscando una vida mejor.

Cabe preguntarse por todos los responsables políticos y lobbies, tanto locales y nacionales, que permitieron activa o pasivamente que a nuestra juventud se las explote a cambio de nada. Hoy, estamos luchando con el colectivo, pero puede que no demasiado lejos, quizás mañana, ninguno de ellos esté con nosotros.

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