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Si yo fuera Mariano Rajoy, haría coincidir la jornada electoral con el día de Reyes, así se les daría la oportunidad a los españoles de elegir entre un regalo soñado o quedarse con el carbón.

A lo largo de mi vida he imaginado muchas veces como podrían ser una Nochebuena y un día de Navidad ideales, pero, la verdad, nunca los había imaginado como día de elecciones generales. Sin embargo, el anuncio de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, de que la fecha elegida por Mariano Rajoy para someterse al debate de investidura es el próximo 30 de agosto, abre un calendario, que, de no prosperar dicha investidura (o cualquier otra que se plantee) nos llevaría a votar de nuevo el domingo 25 de diciembre.

En un episodio sin precedentes, Rajoy ha dado un paso que podría ser en falso, aventurándose a perder la votación de investidura por no contar con los votos suficientes para superarla. Su habitual estrategia de no dar un paso sin una red que lo proteja, parece ahora virar hacia un chantaje poco disimulado. Tal es así, que Xavier García Albiol, candidato del PP a la Generalitat de Cataluña en las últimas elecciones autonómicas, ha declarado lo siguiente en Twitter:” El 30 debate investidura. A ver si @sanchezcastejon tiene "narices" d enviar a 36.000.000 d españoles a repetir elecciones el día d Navidad”. Juzguen ustedes mismos si este mensaje, dirigido a Pedro Sánchez y al resto del mundo, no expresa con claridad la idea de que el culpable de una repetición electoral el día de Navidad sería el líder del PSOE.

Además, si llegaran a celebrarse, la probabilidad de que el Partido Popular aumentase su ventaja en número de escaños es alta, dado que su electorado es más fiel, mientras que en las filas de la izquierda la abstención pasaría factura.

Rajoy ha sabido marear la perdiz durante una semana desde que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, le ofreció un sí supeditado a las 6+1 condiciones ya conocidas. Pero ese número 1 del binomio, era fijar la fecha de la sesión de investidura. Como los malos futbolistas cuando van ganando un partido, ha ido perdiendo tiempo para que la fecha del 25 de diciembre fuera inevitable.

Lógicamente, el objetivo principal no es ese. Desde un principio Rajoy y el PP pretenden que la investidura les salga gratis, sin dar prácticamente nada a cambio. Ciudadanos ha trastocado algo esos planes, aunque lo que se va conociendo de la negociación con el PP, va matizando las famosas condiciones irrenunciables. Situar unas hipotéticas terceras elecciones, que nadie quiere, en una fecha insólita, lo único que consigue es debilitar la posición negociadora de Ciudadanos y, sobre todo, de los socialistas, los cuales terminarán cediendo al chantaje (ya hablamos la semana pasada de que no les queda otra) con un programa de reformas pactado con el PP menos ambicioso de lo que podrían obtener en otras circunstancias.

Este es, a mi entender, el efecto que se busca. Minimizar el alcance de las reformas que un pacto de investidura les va a obligar a asumir con la amenaza de una tercera cita electoral en un día tan señalado en el calendario. Chantaje puro y duro.

Para terminar, permítanme una pequeña maldad. Si yo fuera Mariano Rajoy, que no lo soy, puestos a elegir, haría coincidir la jornada electoral con el día de Reyes, así se les daría la oportunidad a los españoles de elegir entre un regalo soñado o quedarse con el carbón. En todo caso, se armaría el belén.

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