Teresa Rodríguez de Calcuta

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

La líder de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez.
La líder de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez.

La líder de Adelante Andalucía ha renunciado a 2.500 euros de complementos salariales mensuales durante su permiso de maternidad. Alega que durante su no hará uso de ese dinero, dedicado a dietas y desplazamientos, y lo devolverá. Políticamente, Teresa Rodríguez vuelve a hacer de la moral una lucha política, volviendo a situar a la izquierda en el voto de pobreza que utiliza la derecha para condenar a los líderes de izquierdas por comprarse una casa con una hipoteca a 30 años, por irse de vacaciones a Almería o por tener 14 pagas al año, vacaciones pagadas y días de asuntos propios.

El Parlamento de Andalucía no contempla la baja médica, por lo que la señora Rodríguez seguirá recibiendo su nómina como parlamentaria durante el tiempo que esté dedicada a la crianza de su primera hija, aunque renunciando a esos complementos salariales, que en realidad no se puede hacer. Dice que lo devuelve para denunciar que no se tengan que justificar las dietas en el Parlamento andaluz.

Con el mismo argumento usado para renunciar a los complementos salariales, ¿por qué no devolver también el dinero que recibirá como diputada durante el permiso para así denunciar que la Cámara andaluza no contempla la figura de un diputado de baja médica? ¿Por qué un diputado de izquierdas debe cobrar tres sueldos mínimos si dice que se quiere parecer a como vive el pueblo y el 60% de la población andaluza vive con menos de 1.000 euros al mes? ¿Por qué un diputado de izquierdas puede ir a la huelga cuando la mayoría de los trabajadores, en caso de ir, serían despedidos de sus empleos debido a la alta precariedad en la contratación?

¿Por qué un político de izquierdas se tiene que ir de vacaciones en un país donde la mitad de sus habitantes no pueden permitirse ni una semana de estío al año, según el INE? ¿Por qué los líderes de izquierdas pueden comer ternera en un país donde más de un tercio no come nunca carne roja en su casa por motivos económicos? ¿Por qué un político de izquierdas enciende la calefacción cuando hay muchas criaturas que se arropan con mantas porque no pueden pagar la factura? ¿Por qué, por qué, por qué…?

Sería interminable la cantidad de preguntas moralistas que podríamos hacer a un político de izquierdas en nombre de vivir como el pueblo y la infinidad de renuncias que tendría que hacer para situarse en el plano de la gente que peor lo está pasando. El problema del moralismo es que no tiene fin y que termina siendo una herramienta de doble filo que acaba cortando a quien tiene el cuchillo por la empuñadura.

Ser de izquierdas es la defensa férrea de que todo el mundo tiene que tener derecho a vivir una vida digna sin someter a la esclavitud a otros seres humanos. El voto de pobreza que defiende un sector de la izquierda no es que no sea de izquierdas, es que es reaccionario. Ser de izquierdas es defender la igualdad por arriba y no por abajo, como tanto le gusta defender a la derecha para echar a pelear a trabajadores de Uber contra los taxistas en su lucha hipercapitalista entre el último y el penúltimo.

Ser de izquierdas es señalar la luna y no el dedo. La desigualdad que padece nuestro país, especialmente Andalucía, no es culpa del sueldo de los políticos, ni de los coches oficiales, sino de los bancos a los que hemos rescatado con 70.000 millones de euros públicos y de políticos que llevan años bajando impuestos a los más ricos que están vaciando la Hacienda Pública, que es donde sale el dinero para financiar la sanidad, la educación, las carreteras, los aeropuertos y los servicios sociales.

La izquierda del voto de pobreza no es consciente de la alta moralización que introduce en la política, del discurso beato, acomplejado y perjudicial para la defensa de la igualdad, que luego se lo apropia la derecha para criminalizar a gente de izquierdas que defiende que para defender un mundo justo no es necesario abrazar el voto de pobreza, y de que sus gestos evangélicos son recibidos en los despachos de derechas y del poder económico con un entusiasmo desmedido. “Ya los hemos convencido de que es revolucionario renunciar a derechos”, pensarán los mandamases del mundo cada vez que un líder de izquierdas confunde moralismo con justicia y evangelismo con militancia.

Nadie cuestiona que un líder de derecha aspire a vivir en una casa cómoda e incluso poder ir de vacaciones a donde le salga de sus reales narices, pero que no se le ocurra a un líder de izquierdas comprarse una casa con su dinero o tener aspiraciones 'pequeñoburguesas' que, entonces, ya deja de ser de izquierdas y se pasa al lado de los traidores de la revolución.

Teresa de Calcuta pedía a los pobres resignación y los ayudaba a morir, pero nunca defendió darles cuidados paliativos para que no sufrieran ni tampoco se le conoció gesto alguno para ir a las causas que producían las muertes de los pobres de Calcuta.

A cierta izquierda le ocurre algo similar que a Teresa de Calcuta. Renuncian a sueldos, a coches oficiales, hacen de todo este festival evangélico un motivo de su identidad política e incluso de superioridad ética. En el fondo, esta superioridad moral que cierta izquierda saca sobre la renuncia a derechos, que ellos llaman privilegios, no es más que la evidencia de la tremenda derrota ideológica de esta izquierda que considera que el ejercicio activo de la representación pública es un sacerdocio.

De tanto renunciar a derechos conquistados, llegará el día que para ser de izquierdas haya que ir en alpargatas o con harapos. Si todo lo que tiene que ofrecer la izquierda es reducirse los sueldos y hacer actos de constricción para demostrar que sigue el camino evangélico de Teresa de Calcuta, ¿qué tremenda derrota ideológica, qué inutilidad y qué frustración, no?

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