Con la llegada del buen tiempo comenzamos a desayunarnos con una serie de noticias que, en invierno, suelen ser mucho más dosificadas y espaciadas entre sí: el drama de las pateras en el Estrecho. 

Hace un par de días, de hecho, era interceptado un magrebí adolescente subido a bordo de una triste colchoneta hinchable, tratando un imposible… arribar a la costa española en tan precarias condiciones, a merced de corrientes, golpes de mar, y quien sabe cuántos más peligros cuando se viaja a lomos de algo tan volátil y frágil como un trozo de plástico inflado con aire.

Y cuando uno ve esas imágenes sé pregunta hasta qué punto puede llegar la desesperanza humana para impulsarte a iniciar una aventura incierta, a jugártela en un “todo o nada” de temibles consecuencias. ¿Se han puesto alguna vez… al otro lado? ¿Han imaginado que fuésemos nosotros quienes tratásemos de llegar al Magreb a bordo de la primera barca cochambrosa que tuviésemos a mano?

Imaginen qué puede motivar que abandonen su casa, su familia, sus amigos, sus tradiciones y costumbres… por llegar a un lugar al que suponen mejor. Porque claro… nadie se la juega para empeorar su calidad de vida. Pero en estos casos en los que uno pone en liza su propia subsistencia, estamos hablando de algo más que mejorar la calidad de vida. 

No, ellos no tratan de mejorar, simplemente: ESCAPAN. Escapan de guerras, de dictaduras, de abusos, de miseria, de hambruna, del desamparo internacional…

Y mientras, en Europa se hacen “los suecos”. Y nunca mejor dicho, porque suelen ser precisamente los países del norte, los que menor sensibilidad demuestran ante esta tragedia que, dicho de paso, les pilla a miles de kilómetros de distancia.

En cierta forma, es lógico. Para nosotros, el hundimiento de un pesquero gallego o asturiano nos supone un golpe. Pero nada comparable a la pérdida del Pepita Aurora, o cualquier otro barco barbateño.  Ese drama sucede en la puerta del vecino de al lado. Nos llega, nos toca… nos afecta.

Así que dejémonos de monsergas y discursos hipócritas. Por desgracia, Europa hace mucho que se ha manifestado al respecto, y la inmigración ilegal por el Estrecho es nuestro problema.

Pero después, no seamos nosotros los imbéciles que pongan la otra mejilla a nuestros socios comunitarios para cualquier otro tipo de componenda común.

Arrieros semos…

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