Sobre el sujetador y otras cuestiones

Alaia Rotaeche

Graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense. He pasado por medios locales, por comunicación política y de organizaciones y he participado en proyectos autogestionados. Me interesan particularmente la cultura, la política, las migraciones y los feminismos, e intento siempre tener la mirada puesta en quienes tradicionalmente han habitado los márgenes de la sociedad.

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La prenda femenina por antonomasia (impuesta, queramos o no) ha cumplido este verano 102 años. Hay controversia sobre quién tuvo la gran idea, pero parece ser que, como todos los grandes inventos, no fue sino un cúmulo de circunstancias. Casi todas las versiones coinciden en que la artífice definitiva (pues la patente fue suya) fue la neoyorquina Mary Phelps Jacobs, quien se dio cuenta de que el corsé se veía demasiado a través de las aberturas de su vestido de noche. Todas las mujeres quisieron entonces liberarse del corsé en favor de esa pequeña pieza de seda en su mayoría. Lógico; de esa pieza asfixiante que hasta provocaba desmayos a dos pequeños trozos de tela había un gran paso. Era una liberación para la mujer.

La época y el país determinaban su popularidad. Por ejemplo, en América Latina hasta bien entrados los 50 no era común usar sujetador, al menos entre las mujeres normales, de clase media. Sin embargo, en países conservadores (siempre ponemos a Estados Unidos como ejemplo) estaba mal visto que los pezones se marcasen en la ropa. No nos extrañemos; es un ejemplo más de que no es correcto que el cuerpo femenino, aunque adorado por los hombres, se muestre tal y como es.

Llegaron los 60 y sobre todo los 70 y se convirtió en una prenda poco menos que aborrecida, en un símbolo de la opresión que la sociedad ejercía sobre la mujer; incluso se organizaban quemas. Eran los inicios del feminismo tal y como lo entendemos; como movimiento político, como pilar para una sociedad mejor, como una de las bases de una cultura sana. No es descabellado si pensamos que por esa época aún no se habían conseguido tantos avances, que la lucha feminista casi daba sus, digamos, segundos pasos, y que se sentía aún una desigualdad y unas actitudes machistas muy arraigadas y normalizadas.

Ahora mismo, es considerada por lo general como una prenda más del vestuario femenino. Todas las mujeres sabemos que es de gran ayuda cuando se trata de no enseñar más de lo que queremos con una camiseta abierta o cuando practicamos deporte, especialmente en aquellas mujeres que tienen pechos grandes. Sin embargo, sí conservamos como sociedad connotaciones negativas y patriarcales (oh, la temida palabra; por dios, supérenlo) respecto a su falta de uso. Y el feminismo es para mí eso: que cada una pueda llevar, hacer o usar o no lo que quiera.

Si el feminismo lo que busca es que podamos hacer y vestir lo que queramos sin ser juzgadas por una sociedad con mentalidad patriarcal, ¿quiénes somos nosotras mismas para decir, en el otro extremo, que el sujetador es un instrumento de dominación? Es simplemente una prenda, sin más connotaciones que las que queramos darle. A mí misma me parece impensable no usarla para hacer deporte, pero sin embargo en verano se me antoja una prenda totalmente prescindible, como los vaqueros largos, por ejemplo. Pero hay ciertas situaciones en que nos vemos obligadas a llevarlo.

La directora, guionista y actriz Lena Dunham ha hecho mucho por la popularización del #nobra en su serie Girls. También Amy Schumer, Tina Fey, Rihanna o Jennifer Lawrence. Sin embargo, todavía falta algo de concienciación del tipo “una chica no decide no llevar sujetador para provocar al hombre”. Este tipo de movimientos, como #freethenipple, se suelen tomar como ridículos por la sociedad. Nunca es ridículo un movimiento que busca que no seamos juzgadas, cosificadas o reprimidas. Aunque sea algo de poca importancia como si uso o no sujetador.

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