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¿Hay alguien, hostelero, vecino o comerciante, ciudadanos en general, a quien beneficie todo esto a tanta distancia de la celebración?

Me avergüenzo de los gobernantes que tenemos y hemos tenido. Siento un profundo rubor por el trato que le han dado al centro histórico y a la fuente de riqueza que representa. Su indolencia, falta de interés y nulo compromiso jamás serán olvidados.

Seamos serios y sensatos: la Semana Santa jamás va a desaparecer de las calles de la ciudad, porque forma parte de su tradición cultural, cierto que ligada a las creencias y a un a religión concreta, pero cultural y enraizada en su sociedad al fin y al cabo. Por tanto no la veremos nunca en el circuito ni en un polígono industrial, como exigen algunas personas. Oye, que son opiniones libres y legítimas, por supuesto, pero a mi manera de ver un poco alejadas de la realidad y conscientemente realizadas a sabiendas de que lo exigido nunca lo van a ver realizado. En el otro extremo están los que dicen aquello de “si no te gusta, “po” es lo que hay”. Ese “es lo que hay” es ya la quintaesencia del que no tiene ningún tipo de recurso para sostener su postura, pero también a sabiendas de que lo que piden los otros nunca se va a materializar, al menos en un corto o medio plazo. Es más, me juego el cuello a que más de uno, viendo el título del presente artículo y como no leen el contenido, pensarán y comentarán: “ya está otro carajote rajando de los palcos. “Po” eso es lo que hay”. Lógicamente en el pecado llevan la penitencia (nunca mejor dicho), ya que al comentar eso demuestran que ni leen ni les interesa leer.

Y en medio de todo esto están los dichosos palcos, esos que se comenzaron a montar a casi dos meses vista del próximo Domingo de Ramos. Cada uno puede tener su opinión sobre tales estructuras y todas serán legítimas siempre que se argumenten. Entiendo que a algunos les puede resultar evocador andar por el centro presenciado el montaje de la carrera oficial. El sí porque sí no vale, es como el “es lo que hay”: vacuo, inconsistente e inaceptable. Mi opinión, un poco a la ligera, es que Jerez tiene una Carrera Oficial desmesuradamente extensa por motivos puramente crematísticos, que sería mucho mejor y eficiente la instalación de sillas en lugar de palcos, salvo en zonas específicas, lo que permitiría recoger el tinglado diariamente, liberando una gran parte del espacio público para el normal discurrir de la vida de la ciudad, que avanza impasible ocurra lo que ocurra y se celebre lo que se celebre. Aparte las sillas permitirían unos ingresos mayores que los palcos al aumentar en número. Pero ya tendré la oportunidad de dar una visión más extensa conforme se vaya acercando más la fecha esperada del nueve de abril.

Decía el delegado el otro día que el debate sobre los palcos estaba ya agotado. Nada más lejos de la realidad: es algo que enciende las redes sociales, que provoca multitud de enfrentamientos dialécticos y que está en la calle. Más que agotado, lo que resulta es agotador. Pero lo que no tiene ni nombre ni justificación es que a más de un mes de la celebración se presenten plazas ocupadas, aparcamientos suprimidos o calzadas con espacio reducido. Dice el delegado que se conseguirá que el montaje de los palcos se realice a coste cero. ¿Cómo va a ser? ¿Es que los operarios de infraestructuras que montan los palcos no están durante dos meses sin realizar su labor de arreglar los desperfectos en la vía pública? ¿Eso no lo paga nadie? Hubo unos años en los que las hermandades se hicieron cargo del montaje de la carrera oficial y la eficiencia aumentó de manera exponencial. En sólo dos semanas, las inmediatamente anteriores a la Semana Santa, ya estaba todo el tinglado montado, evitando molestias, cortes y problemas de movilidad innecesarios durante un tiempo demasiado extenso. Claro, como que no es lo mismo contratar una empresa que trabaje a jornada completa y con un presupuesto cerrado que tener a empleados municipales que por supuesto no van a echar ni una sola hora de más, algo que iría contra ese falso dogma del coste cero.

¿Acaso es normal que la calle José Luís Díez, una de las más transitadas por la cercanía de la comisaría, colegio, ambulatorio y centro, presente su calzada reducida a la mitad (en una calle donde ya de por sí la gente aparca en las aceras sin control alguno), unos aparcamientos suprimidos y unas aceras eliminadas durante más de un mes? ¿Debe nuestra plaza más monumental aparecer con sus monumentos ocultos y su paso de peatones inutilizado todo ese tiempo? ¿Hay alguien, hostelero, vecino o comerciante, ciudadanos en general, a quien beneficie todo esto a tanta distancia de la celebración? Incluso a los cofrades, que también son ciudadanos antes que otra cosa, porque esto ya no tiene nada que ver con la Semana Santa en sí, sino con el responsable del montaje de los palcos y la planificación realizada para llevar a cabo dicho montaje.

Las hermandades, organizadas y agrupadas en la Semana Santa, constituyen un foco de riqueza para la ciudad, de la cual ofrecen una proyección incalculable de cara al turismo y concilia por unos días a sus ciudadanos con su centro histórico. Pero dejando de lado todo eso,  han demostrado ser muchísimo más eficientes y respetuosas a la hora de montar su propia historia, algo que tampoco es una labor muy complicada cuando el que está enfrente es el Ayuntamiento de Jerez.

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