Verde que te quiero verde

Si las plantas nos dan alimentos para comer, el agua para beber y el aire para respirar ¿Cómo no amarlas y respetarlas como lo más valioso?

Manolo Pajarón

Ingeniero agrónomo

'Verde que te quiero verde', por Manuel Pajarón.
'Verde que te quiero verde', por Manuel Pajarón.

Si tuviera una fuerte vocación política y ansias de liderazgo, que no es el caso, fundaría un partido “vegetalista”. Siempre me han gustado las plantas más que los animales, quizás porque se están quietas y te dejan que las mires, e incluso que las huelas y las toques. Pero esto no es una cuestión de gustos o simpatías, es una elección basada en la razón, bueno, en varias razones que paso a exponer.

Pero antes hay algo que debe quedar claro desde el principio —por si alguien se quiere apuntar— en el “partido vegetalista” no caben sensiblerías, ni trasposiciones de sentimientos humanos a los vegetales, por tiernos que sean. Se trata de defender las plantas con la razón (como los ilustrados del siglo XVIII) y manteniendo el sentido práctico desde el punto de vista humano (no tengo otro, y me parecería un atrevimiento inventarme, a mi gusto, el punto de vista de cualquier otra especie). Si hay que cortar una rosa, o un árbol, o un manojo de perejil se corta y tan felices.

¿Cualquier poda —mutilación— está bien vista? No, sólo las útiles y bien hechas, como esas en el olivar, que mantienen la copa de los árboles permanentemente joven, mientras el tronco envejece y se retuerce (de las podas municipales habría mucho que hablar).

Y lo mismo pasa con las siegas, las cortas y desbroces. La alfalfa se siega cuando está en flor, tan bonita, sí, pero tras un riego volverá a crecer, se desarrollarán las yemas que estaban esperando su oportunidad. Y algo parecido ocurre con las cubiertas herbáceas del olivar, que hay que segarlas en plena primavera, para evitar que compitan con el árbol por la humedad de la tierra. Otra cosa, muy distinta, es envenenarlas.

Quien disfrute de sentarse frente a una buena mesa de madera, o de usar una cuchara de boj, o de tener en la entrada de la casa el arcón de la abuela, si es coherente, no puede ser enemigo de las cortas de árboles (este sí es mi caso). Valga como excusa que una buena gestión forestal saca la madera (el interés) sin afectar al capital (el monte).

¿Entonces? ¿Qué defensa de los vegetales es esta? En realidad, sería más preciso hablar de defensa de la “vegetación”, del conjunto de las plantas. No se trata de que cada planta o alguna de ellas sea intocable, sino que seamos conscientes de que las necesitamos a todas y cuantas más haya y más activas, mejor. Es posible el aprovechamiento racional de los vegetales, grandes y chicos, sin afectar al conjunto de la vegetación. Y se ha demostrado a lo largo de los siglos, desde el neolítico, cuando la especie humana aprendió a modificar el ecosistema en el que vivía, dirigiendo el flujo de energía hacia productos que le fueran útiles (alimento, calefacción, materiales de construcción, utensilios, etc.). Hay un ejemplo que ilustra muy bien estas intervenciones humanas “afortunadas”: las dehesas ibéricas (“montados” en Portugal); también lo eran muchos olivares, repartidos por toda la cuenca mediterránea, antes que entrase la manía de la intensificación y la desnudez perpetua (por fortuna, algunos, los ecológicos con cubierta, están recuperando aquel status).

Ya está bien de preámbulo, paso a las razones anunciadas: La energía que se necesita para la vida, la nuestra y la de todos los seres vivos que pueblan la Tierra (hay alguna excepción, pero es anecdótica) procede del sol, de su luz, y sólo son capaces de captarla y fijarla las plantas verdes. Seguro que os acordáis de la fotosíntesis (la función clorofílica se llamaba antes), como se estudiaba como un apartado más de las ciencias naturales, podía parecer otra curiosidad de la botánica, pero no, la fotosíntesis es el proceso principal para la vida sobre el planeta. Sin fotosíntesis, sin plantas verdes, no hay energía para la vida, ni para las plantas, ni para los animales que se comen las plantas, ni para los animales que se comen a los que se comen las plantas, ni siquiera para los microorganismos que aprovechan los despojos de plantas y animales.

En una palabra, las plantas nos dan de comer, a todos, no sólo a los fitófagos (comedores de plantas, “veganos” en el caso humano), a los carnívoros también. Todos nuestros alimentos, y los de los animales, proceden directamente de los vegetales, la única diferencia estriba en el escalón de la pirámide trófica en que nos situemos (los omnívoros podemos elegir e ir cambiando).

Esto sería un motivo suficiente para tener respeto, y hasta cariño, a estos seres. Pero hay más: Las plantas nos proporcionan el oxígeno que necesitamos para respirar, y vivir. También es a través de la citada “fotosíntesis” donde se libera este precioso gas, al tiempo que se reduce el contenido atmosférico de dióxido de carbono (el conocido CO2). Vamos que les debemos la vida, nos proporcionan el alimento y el aire.

Pero aún hay más. Por si fuera poco lo anterior, las plantas verdes, al parecer, también son responsables de la presencia continuada de agua en el planeta Tierra (esto es más complicado de explicar, lo dejamos para otro día…).

Si las plantas nos dan alimentos para comer, el agua para beber (también el vino y la cerveza) y el aire para respirar ¿Cómo no amarlas y respetarlas como lo más valioso?

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Comentarios (1)

Manuel Hace 1 año
Muy bonito, un canto a la vida. Nociones básicas de biología que sin embargo han de repetirse para que en el campo andaluz haya un cambio de conciencia.
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