Soy de campo, a mucha honra

Las promesas de prosperidad se auguraban en las ciudades, lo rural se ridiculizaba y las leyes de modernización, una tras otra, convertían al campesino autosuficiente en delincuente

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Campóloga.

Una agricultora, en una imagen de archivo.
Una agricultora, en una imagen de archivo. MANU GARCÍA

Rural: "inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas" (segunda acepción de la RAE hasta 2004).

Urbano: "cortés, atento, de buen modo" (segunda acepción de la RAE, se mantiene).

Si el diccionario nos ha transmitido esto y estos términos se relacionan desde el antagonismo, difícil corregir esta dicotomía en la que hemos sido educados desde los años cincuenta del siglo pasado.

Soy agricultora en Lepe, realmente siempre quise dedicarme al campo. Desde pequeña el campo para mí ha sido un lugar mágico. Pero te mandan señales, te distraen, te condicionan, te alejan del mismo. Me he esforzado y mucho, por comprender todo el argumentario para no dedicarte al campo, para irte a la ciudad. Básicamente, tus padres quieren una vida mejor para ti, pero con la vara de medir de un capitalismo hostiado y la dictadura del consumo impuesta. Realmente son patochadas de una época en las que las promesas de prosperidad se auguraban en las ciudades, lo rural se ridiculizaba y las leyes de modernización, una tras otra, convertían al campesino autosuficiente en delincuente.

Quizás, en parte, era verdad, que era duro y sacrificado, el campo. Pero la vida per se, es dura y sacrificada, mis amigos que desarrollan su vida profesional en el mundo urbano, no cosen y cantan todos los días, al fin y al cabo, no podemos salir de la dinámica del dinero. Y hay que trabajar, y hay que conciliar la vida personal y laboral, y viceversa, y hay que sacrificarse, pero permítanme también disfrutar. Sacrifiquémonos lo justo, y disfrutemos cada día.

Y ahí andamos, en el Siglo XXI, que si nuestros abuelos vivían "así", que si nuestros padres vivían asao, y a nosotros nos toca vivir, nuestra vida, asíasao con nuestras circunstancias, en nuestro contexto, en nuestro presente. Seamos capaces de subir a lo alto de la loma y ver con perspectiva, en profundidad, y sobre todo conscientes del legado natural que hemos recibido y cuál será el que vamos a dejar.

Quizás lo rural y lo urbano lo unan campos, campos de tierra y de montañas, campos de mares y de océanos. Quizás lo rural y lo urbano lo alimente lo primario, lo primero, una naturaleza que nos alimenta y nos cobija. Un sector primario que en estas últimas décadas ha sido vilipendiado. Un sector primigenio que ha de saber reconocer los errores del pasado y no tropezar con la misma piedra. Un sector que trabaja mano a mano con la madre naturaleza y en alianza con las nuevas tecnologías. Un sector primario que ha de aliarse con el sector secundario y el sector terciario y dejar de ser sujeto pasivo en la industria y en la comercialización. Un sector que hoy en día tiene que encontrar la manera de romper las barreras entre productor y consumidor. Al fin y al cabo ambos compartimos el mismo pan.

Llegan tiempos de cambio. El escenario es complejo. Mis antepasados me enseñaron a respetar el entorno, a cultivar sabor, a dignificar la labor, a que cada comida fuese una celebración, a luchar por lo que es de uno. Bien saben ellos que me alumbran desde arriba, la tierra que me abriga desde abajo, mis padres que me abrazan en la horizontalidad, mis sobrinas que brillan saltando por el campo, nuestro bebé que está en camino, que su legado continuará.

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