Olivares en Jaén. Andalucía supera la media europea en producción ecológica.
Olivares en Jaén. Andalucía supera la media europea en producción ecológica.

Hace un par de años, justo antes del confinamiento por el coronavirus, todo el sector del olivar, en todas las regiones productoras de España, se puso en pie, y salieron a las calles, para exigir “un precio justo para un olivar vivo”. La caída permanente del precio del aceite estaba afectando a todos, podría decirse que era una “pandemia” para el olivar. Pero, aunque todos protestaban, esta enfermedad no afectaba a todos por igual. Como en la “covid”, había quien apenas se enteraba, los asintomáticos (olivares en seto), pasando por los que la sufrían como una mala gripe, pero sin poner en riesgo su supervivencia (intensivos, y campiñas de riego); hasta aquellos a los que les estaba ahogando sin remedio y necesitaban de todo los medios posibles para recobrar el aliento, los que precisaban ingresar en la UCI: Este era el caso del “olivar tradicional de sierra” (en cuanto baja un poco el precio del aceite se asfixia sin remedio). Ahora, en este momento, parece que esa pandemia ha aflojado un poco, los precios se han recuperado algo y todos pueden respirar sin mucho agobio

Pero, no nos engañemos, el riesgo no ha desaparecido, solo se trata de un ajuste temporal. El olivar tradicional de sierra, el de tantas serranías andaluzas y españolas (583.00 ha, el 22% del olivar español). El olivar de varios pies, que trepa por las laderas de los cerros hasta encontrarse con el pinar. El dividido en múltiples y minúsculas parcelas. El de las pendientes en las que es imposible emplear maquinaria ni pensar en fantasiosas intensificaciones productivas. El que tanto trabajo y esfuerzo ha costado levantar y mantener. Este olivar que es uno de aquellos sistemas agrarios que por sus especiales características se consideran, de “alto valor natural”, que contribuye a la preservación de los paisajes (esos paisajes que queremos que sea reconocido como patrimonio mundial por la UNESCO)  y a la biodiversidad, y ha sido, y es, la base de la economía y la cultura de muchos de nuestros pueblos, sigue en riesgo de abandono y desaparición. Y no hay UCI para ellos, …y aunque la hubiese. No es plan vivir enchufado a un respirador artificial permanentemente.

A esta situación ha conducido una serie compleja de factores, algunos coyunturales, otros -la mayoría- estructurales, como son el incremento de la superficie de cultivo en medio mundo, la aparición y extensión de las plantaciones intensivas y en seto; y también el incremento de la productividad de los olivares en general, debido a las mejoras técnicas y, sobre todo, por la generalización de la puesta en riego y la mecanización.

El olivar tradicional de sierra no puede competir en producción en el mismo mercado -no ya con las plantaciones modernas- ni siquiera con los olivares tradicionales de la campiña. Los costes de cultivo son más altos y la productividad menor. Así, el precio que para unos es suficiente y hace el cultivo rentable y hasta atractivo, para otros es ruinoso.

La medicina no puede ser la misma para todos, por lo menos no siempre. Hay problemas comunes a todo el olivar, sí, pero algunos “tratamientos” no son suficientes, ni los más convenientes para el olivar de sierra. 

Sería deseable lograr una vía de inmunización, si no permanente, por lo menos de larga duración. Para ello es imprescindible el apoyo, sin ambigüedades, de las administraciones públicas y las organizaciones profesionales agrarias, en temas tan sensibles como las ayudas de la PAC, corrigiendo sus disfunciones y persiguiendo que la distribución de los pagos sea justa y equitativa (hasta ahora vienen recibiendo más aquellos olivares que menos lo necesitan, en muchos casos con diferencias muy notables). Pero, además de la PAC hay más aspectos en los que el olivar tradicional de sierra precisa apoyo desde las instituciones. Para empezar una regulación efectiva que permita unas relaciones comerciales limpias y transparentes. También, como no se trata de defender un sistema anclado en el pasado, se necesita el apoyo de la investigación, y de la correspondiente transferencia, de una investigación dirigida específicamente a estos olivares y a sus productos.

Y hablando de productos (en plural), no todo va a ser exigir a los demás que hagan algo, también el “enfermo” tendrá que poner algo de su parte: Por ejemplo, diferenciarse, que no sólo es proporcionar la máxima calidad, también es ofrecer -de verdad- todos esos bienes públicos de los que presume: biodiversidad, paisaje, mantenimiento de la población y de los sistemas locales de producción, vigilancia del territorio, lucha contra la erosión, prevención y reducción de la incidencia de incendios, fijación de notables cantidades de dióxido de carbono que ayudan a mitigar el cambio climático (para todo esto hay una receta muy adecuada -con aval científico- la producción ecológica). Sea lo que sea lo que se ofrece hay que hacérselo saber al consumidor, que es quien al final elige y paga.

Además está de la posibilidad de diversificar la producción: El olivo es un árbol generoso de múltiples utilidades, del que sólo aprovechamos el aceite. También caben otros cultivos y aprovechamientos.

Y convendría, ya que nos ponemos, profesionalizar, innovar… Y buscar alianzas ¿Por qué no una acción conjunta de todos los territorios con olivar tradicional de sierra?

 

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