Ser padres, un aprendizaje diario, singular y único

Cada persona nace con unas capacidades, incluso el carácter viene definido en parte con un aporte genético; el resto, las experiencias y las interacciones con el entorno

Un colegio, en el siglo pasado.

Comienza un nuevo curso escolar y con él la reiterada llamada del profesorado a los padres y madres en reuniones generales de las diferentes etapas escolares sobre la importancia de la figura de los padres en el proceso de  la educación y  aprendizaje de su hijo/a. Una educación   que en mayor medida es adquirida en casa aunque hay otros agentes que contribuyen a ello.

Nunca sabemos los padres y madres, entre los cuales me incluyo, si la educación que le estoy dando a mi hijo es la mejor. Procuramos desde luego que así sea, pero a veces dudamos  si lo que hacemos es  lo correcto.  Es entonces cuando confirmamos lo que tantas veces hemos oído decir: los niños vienen sin libro de instrucciones.  Buscamos respuestas en manuales de psicología infantil, profesionales sanitarios, conversaciones con amigos  y especialmente en nuestros referentes, nuestros padres,  pidiéndoles opinión o consejo. Pronto nos damos cuenta que no todos son iguales y lo que a uno le vale a otro no. Por todo esto ser padres es un aprendizaje diario, singular, único en el que incluso teniendo varios hijos no los educamos de la misma manera  aunque pensemos que es así. Cada persona nace con unas capacidades, incluso el carácter viene definido en parte con un aporte genético, el resto, las experiencias y las interacciones con el entorno. 

En este proceso se pretende mantener una línea conductiva,  aunque no sea la misma vía aplicada a cada uno de los hijos, sí lo sea la meta. No obstante ésta, necesariamente, no debe contemplar que sea la perfección. Para ello tenemos que contar con diferentes herramientas, formas de  tratar las dificultades de maneras  distintas, logrando construir un camino personalizado centrado en cada niño o niña. Cada vez es más frecuente en  estas reuniones de tutoría que los padres y madres,  manifiesten que no disponen del tiempo necesario para dedicarles a ayudarles en los estudios o tareas. No siempre es cuestión de cantidad, sino de la  calidad del tiempo que se les destina.  El proceso de aprendizaje y tipo de  educación trasciende los muros  de la escuela o instituto. El centro educativo forma, instruye y apoya la educación , pero sin duda quien educa son los padres. Desde el interior de las aulas se observa que este papel educativo recae  cada vez más en el profesorado, el alumnado viene con más carencias: autonomía, normas, capacidad de atención y escucha,   desarrollo motor, expresión oral, exigencia hacia el educador  entre otras,  que inciden en el desarrollo  y dificultan el aprendizaje  a lo largo de la etapa escolar.

Con vistas a lo expuesto, en primer lugar es adecuado fijar la prioridad que le damos a las diferentes áreas que condicionan  la vida de la casa: familia, trabajo, relaciones sociales, colegio y ocio. Si calificamos cada área seremos conscientes del tipo de familia que se quiere conseguir, fijando las metas en función de los datos obtenidos en los cuales es adecuado que participe cada miembro en igualdad.

En segundo lugar para ayudar a que nuestros hijos sean más “inteligentes” hay que educar más allá de las áreas que tradicionalmente se trabajan en la etapa escolar. Howard Gardner, en su Teoría de las Inteligencias Múltiples sostiene que tenemos hasta nueve  y que cada una de ellas la desarrollamos en diferente grado: Musical,  Cinético-corporal, Lógico-matemática, Espacial, Lingüística, Interpersonal,  Intrapersonal, Existencial y Naturalista. 

Es frecuente observar en los hijos como pueden ser muy “inteligentes” en unas y tener carencias en otras, Los progenitores, por tanto,  deben potenciar al máximo aquello en lo que sus hijos son hábiles buscando con ello autonomía y confianza en sí mismos,  sin relegar en aquello que no les gusta o no se les da bien dejando de esforzarse por superarse.  Forzar a un niño/a a ser mejor en lo que simplemente no puede  conlleva la frustración y la inseguridad  en aquellas inteligencias para las que sí tiene aptitudes y capacidad consiguiendo que no las refuerce. Permitir que el niño sea consciente de sus limitaciones  no es por tanto  dañino. No  se trata de  decirle que no será capaz, ni romper sueños, solo hemos de huir de sobreprotegerles y , aceptarlas sin prejuicios es ayudarles y ayudarse, es conocerse mejor.

 Es esencial  inculcar valores relacionados con su aprendizaje en la conformación de la personalidad.  La constancia, la perseverancia, el trabajo y el esfuerzo le permitirán desarrollarse en todos los ámbitos     descubriendo y aceptando sus limitaciones, los primeros los padres. Importante es destacar que las habilidades relacionadas con un coeficiente intelectual clásico   no siempre van aparejadas con las que el mercado actual demanda, actitudes como la  creatividad, autocontrol,  el trabajo en equipo, etc.  Para lograr metas que no frustren y así no incurran en el abandono escolar,  es indispensable el apoyo de los padres, maestros y profesorado  fomentándoles la autoestima, la comunicación, la ayuda a gestionar conflictos, analizar los fracasos, permitir que se expresen con confianza, sin miedo a censuras o castigos, escuchándoles y  valorando sus opiniones. Acompañarles en sus logros y  dificultades, conseguir que aprendan  de los errores  mostrándole cariño, respeto y empatía es  demostrarle la responsabilidad y la autoridad de guiarles, dándoles así  respuesta a sus necesidades y un estímulo en su crecimiento personal.

Este aprendizaje es recíproco.  Los niños  aprenden de los padres y educadores, los padres  y educadores de las singularidades de cada niño/a. Buscar la colaboración mutua para que exista una relación equilibrada  es lograr un bienestar familiar y el proceso de enseñanza más individualizado para cada alumno. La colaboración  de los tres agentes,   sería como la alineación de los tres astros para que se produzca un eclipse, metafóricamente este fenómeno  es el  éxito en el proceso de aprendizaje del hijo,  sin descuidar el emocional que cada vez cobra más importancia, potenciando las relaciones positivas, de respeto y confianza,  logrando regirse por principios  personales que le permitirá insertarse  en una sociedad más justa,  comprometida y rica en valores, tan necesarios en los momentos que atravesamos.