Uno de los grandes educadores y filósofos del siglo XX, Paulo Freire, escribió en su libro, Pedagogía del oprimido: “Nadie libera a nadie, nadie se libera solo: las personas se liberan en comunión”. Plantea en ésta, su obra más emblemática, la tesis-idea de que la educación como proceso colectivo es el gran instrumento para la liberación del ser humano. Más adelante, en otra de sus obras, La pedagogía como práctica de la libertad, profundizando en esta idea, escribiría: “Hablar del ser humano sin hablar del mundo es un vacío sin sentido”. Es decir, todo aprendizaje debe ir conectado a la realidad del sujeto, de forma que éste desarrolle su pensamiento al mismo tiempo que crece el conocimiento del mundo que le rodea a través de la puesta en práctica de un proceso dialógico y crítico.
Propongo desde estas líneas un ejercicio inferencial que pueda servir de base para el debate y la profundización en un tema que, desde mi punto de vista, será siempre necesario y crucial para el desarrollo social en general y en particular, de la sociedad rural, entendiendo ésta como aquella que tiene su base de sustentación en el trabajo de la tierra, lo que hoy se ha dado en denominar la España desierta o abandonada.
La primera cuestión sería si estas líneas maestras que planteó Freire en el siglo pasado, orientadas fundamentalmente al mundo del campesinado, siguen siendo válidas en su concepción original, si deberían sufrir un proceso adaptativo o, por el contrario, ya no tendrían validez. La segunda cuestión, aledaña a ésta, sería si el mundo rural en el que planteó Freire su pedagogía es muy diferente al actual, priorizando en esa comparación el aspecto humano sobre el tecnológico, aunque ambos necesariamente estarán conectados a la hora de definirlos.
Parto de una idea base: desde mi punto de vista, la educación sigue siendo un arma potente como instrumento liberador o enajenador de la persona y de la sociedad, dependiendo de quién y cómo se desarrolle. La cuestión es ¿quién educa hoy? ¿quién o qué tiene un mayor peso? ¿han sustituido las redes sociales a los ámbitos tradicionales de la escuela y la familia? Probablemente sí. A través de éstas el individuo más expuesto, el de menor bagaje crítico, será sumergido en una realidad virtual, muy alejada de la real. La consecuencia inmediata, la enajenación, la manipulación de su pensamiento, incluso su ausencia y, por lo tanto, su incapacidad para interactuar de forma productiva con el medio. Es un hecho científicamente comprobado que el desarrollo cognitivo está en relación directa con la mayor o menor capacidad de interactuar con los demás y que esa interacción se produce fundamentalmente con el uso de la lengua, del código de comunicación que nos distingue como humanos del resto de seres. Bien, tener un código más o menos elaborado dependerá de la calidad de la educación.
Esta situación, que podemos trasladar a la sociedad en general, ha sido hasta ahora más evidente, más intensa, más violenta, en el mundo rural. Las redes, que hoy podrían considerarse un elemento positivo para enriquecer la interacción con el medio, para abrir y acercar la visión del mundo al individuo, también pueden convertirse en una cárcel para este si no existe detrás una educación crítica en el uso de las mismas. Los datos sobre el retroceso en el rendimiento escolar en los últimos años en materias como comprensión lectora, matemáticas o conocimiento científico son alarmantes. Es decir, una sociedad altamente tecnificada en comunicación está produciendo unos individuos más incomunicados y alienados. Las redes no nos están acercando al mundo real ni a su observación crítica, sino que nos están alejando de éste y nos están aislando.
En el mundo rural, el efecto puede ser más grave porque la escuela como antídoto para evitar esto, cuenta con menos medios. Tanto adultos, como jóvenes tienen más dificultad para desarrollarse cognitivamente en un proceso de educación dialógico y crítico tal y como proponía Freire. Las dificultades que, tradicionalmente, ofrece la escuela en el mundo rural -aulas unitarias donde es mucho más complicado atender a la diversidad, menor dotación en recursos humanos y materiales, además, de un profesorado casi siempre transeúnte, sin arraigo y de paso, dificultad para el transporte…- hacen que la educación tenga menos peso a la hora de contrarrestar ese naciente acriticismo y desconocimiento. Un ejemplo: sin tener un dato objetivo y riguroso en la mano, he podido observar una tendencia a que mucho voto de la ultraderecha negacionista se encuentre en el mundo rural.
De esta manera, la cercanía con la naturaleza que el mundo rural ofrece y, por lo tanto, la posibilidad de valorarla y de preservarla como el bien más básico, se ve muy diezmada, cayendo en un doble proceso de aislamiento: el que han venido ocasionando las políticas neoliberales de producción, y el que proporciona el mal uso de las redes y los mass media.
El mundo rural se ve, en la actualidad, afectado por un enfrentamiento de dos modelos claramente opuestos, incluso en sus objetivos finales. Un modelo extensivo y otro intensivo. El primero, apuesta por la sostenibilidad, el segundo, por la productividad. El primero, por la calidad, el segundo por la cantidad. Las consecuencias de la implementación de uno u otro modelo se nos muestran claras, en el caso del segundo: una mayor depredación del medio y el abandono progresivo de la tierra como medio de vida para los jóvenes.
La pregunta es si puede la educación corregir este dislate neoliberal de la ganancia sin límite, aún a costa del propio medio. Cómo educar en la necesidad cada vez más acuciante de preservar el medio rural de una forma digna para las personas y respetuosa con el medio. Desde mi punto de vista, la propuesta pedagógica de Freire se hace más necesaria e interesante que nunca, puesto que el analfabetismo integral al que Freire combatió en el siglo XX en zonas muy deprimidas socialmente, se ha convertido en un analfabetismo funcional -incapacidad para leer de forma crítica- extendido a una parte muy importante de la población.
Freire enseñaba a su alumnado, como primer material de lectura, aquellas palabras, aquellos conceptos que mejor describían la sociedad en que vivían y la pobreza que arrastraban. Hoy ese antídoto sigue siendo muy válido, haciendo entender a los jóvenes y adultos de la sociedad rural, las palabras, los conceptos que, en negativo o en positivo, mejor definen ese mundo en la actualidad. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Cómo hacerlo? Dos cuestiones que siempre serán posteriores a la interiorización de la necesidad de llevarlo a cabo.


