Cuando los rumores de que Giacomo Casanova había conseguido huir de la cárcel real se hicieron realidad al día siguiente en los tablones de las diferentes plazas de la República veneciana -según el escritor húngaro Sándor Márai en La amante de Bolzano - todos en la ciudad y en la región comenzaron a estar más alegres y a sentirse más dichosos: desde las mujeres ociosas de Venecia, los vidrieros de Murano y hasta los vagabundos de Trieste...

Incluso la noticia alcanzó el interior de los palacios de la Lombardia donde reían a carcajadas -y a escondidas- las criadas, sobrevoló los graneros de la Bretaña y se propagó, como la luz, por los campos de los sufridos campesinos de la olvidada Andalucía. Todos reían y se alegraban por la sorprendente noticia..., todos excepto los esbirros, jueces, espías y gobernantes que temían que Casanova andara libre..., porque un hombre que se resistía a la tiranía era un hombre demasiado peligroso. Europa entera reía porque era como si le estuvieran anunciando que la vida no era sólo estar bajo el yugo de unas normas y leyes sino que todo podía suceder y ser posible tras una cadena de acciones que no tenían porqué tener un propósito ni un sentido...

La libertad era, nuevamente, libre para ejercer y actuar. Hoy, desde este domingo, toda Europa tendría motivos para reír y ser feliz tras los resultados de las elecciones griegas..., aunque los matones de esta sociedad dormida harán lo posible para hacernos pensar que tenemos que temblar de espanto y meter la cabeza en un hoyo ante la llegada del caos. ¡Qué curioso es todo! Ayer, hojeando un viejo ABC del 38, pude leer un escalofriante pie de página bajo una foto en blanco y negro donde se veían unos soldados nazis en una mesa -brazo en alto- bebiendo cerveza: “ Estos muchachos alemanes festejan alegremente el sobresaliente éxito de la concentración alemana en Nuremberg”.

Sí..., nos vendieron como alegres y joviales muchachos aquellos soldados que, un año después de aquella estudiada foto, arrasaron Europa y causaron millones de muertos. ¡A estas alturas entiendo que no sepamos a quién creer! Yo, desde luego, seguiré pensando que el ser humano todavía puede dar lo mejor de sí..., y por eso creeré en estos hombres y mujeres que gritan y promulgan Esperanza y Libertad para todos. ¡Así que hoy reiré por Europa entera..., y soñaré que soy ese joven Casanova que sobrevoló los tejados de plomo de la vieja cárcel real de Venecia para seguir sintiéndose, a pesar de todo, un hombre libre!

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