Renglones torcidos

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

texto machista el pais
texto machista el pais

Esta semana hemos descubierto por qué violan los hombres. Nos lo ha dicho un articulista de El País. Y nosotros con estos pelos y sin saber lo cerca que estaba la respuesta del millón. Según Víctor Lapuente, autor del polémico texto, se debe a la testosterona y a su influencia en la pérdida de autocontrol. También es por frustración, la que generan en los representantes del sexo masculino los éxitos profesionales de sus parejas. Hace casi dos décadas, el profesor de la Universidad de Granada Miguel Lorente —doctor en medicina para más señas—, publicó un libro titulado Mi marido me pega lo normal. El objetivo era intentar descifrar las claves del comportamiento de víctima y verdugo. De su obra se trasluce también un fuerte escenario de inseguridad para los varones de este tiempo. Una vez perdida la posición de predominio en el sostenimiento económico de la casa y la familia, el hombre no encuentra su sitio en el siglo XXI y eso le hace retroceder y refugiarse en posiciones más retrógradas en las que podía ejercer el dominio, ahora perdido, mediante la violencia. Encontramos pues una especie de regresión a la zona de confort, como cuando los dolientes del alma se refugian en la infancia en mitad de un rito hipnótico. Allí se encuentran seguros y a salvo. Repartiendo leña sin consecuencias y comiendo golosinas.

Hace ahora menos de un año, en julio de 2017, el mismo diario “independiente de la mañana” volvía a resolver nuestras dudas existenciales bajo el paraguas de otro titular interrogativo. En aquella ocasión se preguntó: “¿Por qué los hombres matan a las mujeres?”. Abría así la noticia sobre una investigación que se estaba llevando a cabo de forma pionera entre una veintena de universidades españolas para profundizar en el perfil de los agresores. El texto, al igual que el artículo de Lapuente, estaba desprovisto de cualquier atisbo de sensibilidad de género pues hablaba de hombres a los que “se les va la mano”, de los “malotes” del pueblo o del “buen padre con el divorcio atragantado”. Demasiadas licencias literarias para una lacra que ha matado a más de 900 mujeres en los últimos 15 años. Nos ilustra el dato otro titular del mismo medio que, por cierto, habla de mujeres muertas y no de asesinadas. Precisión contra la que no debería caber licencia alguna.

Resulta que algunos jueces y algunos medios están demasiado empeñados en decirnos por qué se mata y por qué se viola, e incluso por qué no se viola. Y por más vueltas que le demos parece que, inexorablemente, la culpa la tenemos nosotras. Porque somos el sexo resistente, que dice Lapuente, y ellos el sensible; porque nuestros gemidos ante la vejación parecen de excitación, que dice el juez; porque los padres ejemplares también se enajenan de vez en cuando, que dice el periódico; o porque, al parecer, estamos muriendo y no nos están matando. Cuesta mucho encontrar las respuestas a las grandes preguntas que este mundo nos plantea, e incluso podría decirse que el periplo vital es un proceso de confección de respuestas temporales, de parches que calman nuestra natural inquietud y nos van trasladando a una época más segura, más feliz, en la que sabemos que solo podremos permanecer mientras dure la hipnosis o mientras algún malnacido no nos saque a golpes de la cueva. En ese periplo hay mucho peligro. Y demasiados renglones torcidos en torno a preguntas incorrectas.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído