Geranios en Córdoba, en una imagen de archivo. TURISMO ANDALUZ
Geranios en Córdoba, en una imagen de archivo. TURISMO ANDALUZ

Existe gente neutra, pero no es eso lo que nos ocupa hoy. Neutro es aquello que no presenta ninguna característica de las dos opuestas que podría presentar, según la primera acepción del DRAE, reforzada por la segunda: no se inclina a favor de ninguna de las partes enfrentadas en una lucha o una competición. Así que no existe un idioma neutro. A ver si nos dejamos ya de tonterías y llamamos a las cosas por su nombre. Suele llamarse "neutro" al acento de la zona centro peninsular, la zona que marca las «s» y todavía algo, a veces, la "d" intervocal; pero nombrar ó, como ocurre a veces, recalcar alguna consonante –es el caso del «siseo» que se da en muchos lugares de la zona centro— no es ausencia de acento, por el contrario simplemente situarse en el extremo:de la forma de hablar que ahorra consonantes por agilidad y evolución, es reforzar un acento. La forma mal llamada neutra se recrea en esas consonantes, hace justo lo contrario de la otra forma, la del sur de la  línea de la h aspirada.

El acento no lo determina suprimir ni enfatizar las consonantes. El acento es el "deje" el tono, la modulación, el énfasis o el realce. Es alargar más o menos tiempo alguna sílaba, no siempre la misma en todos sitios. Viene a ser el equivalente al "melisma" en el cante, sólo que en el cante el sostenido puede ser mucho más largo.

Pero eso es el acento.

El acento en un idioma es la forma de decirlo, en ocasiones de «cantarlo», es acentuar alguna sílaba, justamente lo que no hace el habla andaluza aunque lo digan la escuela, la «norma» comúnmente aceptada aunque mejor cabría decir impuesta desde fuera de Andalucía. El centro-norte peninsular, que no creó el idioma, se ha trabajado su apropiación; merced a la nominación, lo ha creído suyo y ha hecho creer que lo es. Y ha orillado, ignorado, despreciado todo cuánto no fuera pronunciación centrífuga exacta. Lo que no era calcado no era ortodoxo, "no era correcto". Lo correcto era recrearse, detenerse, relamerse en la pronunciación silábica a la medida de lo escrito. Pobre concepto, porque lo escrito es la forma de representar el idioma, pero la base es lo hablado. El idioma no es una forma de escribir, sino de expresión; de comunicación. Una forma que para mejorar la comunicación se ha ampliado hasta una determinada forma de representación gráfica.

Por lo tanto no hay habla buena y mala. No existe el hablar mal. No hay habla "culta" y habla "cateta". Es cateto exponerlo así, calificar de cateto a las diversas formas de expresión que no coincidan con el modelo impuesto. Es cateto criticar a alguien tildándolo de cateto por suprimir algunas consonantes respecto del idioma escrito. Es buscar la equiparación plena de lo escrito y lo hablado. Hay quien sigue la tarea imposible de igualar lo escrito a lo hablado, ignorante de que lo hablado va primero y lo escrito se va adaptando a ello. A veces. A los anglo parlantes, por ejemplo, les importa nada hablar según el siglo XXI y continuar escribiendo como en el XV. Los hispano-hablantes, en cambio, cuentan con una actualización continua, labor asumida por la RAE que, contrariamente a opiniones interesadas y mal informadas, no impone, no decide: registra, recoge.

Lo más burdo, simple y aburrido sería un idioma neutro. Un idioma dónde todas las sílabas suenen igual, dónde no haya acentos. Sería absurdo si fuera posible porque la acentuación de las palabras, el acento prosódico, es natural; el acento se puede cambiar de sílaba, pero la palabra siempre lo tendrá en alguna de ellas. El acento ortográfico es su representación gráfica.

Lo correcto es no exigir "corrección" en el habla. Y esa incorrección (la de exigir) se minora o se corrige con un poco de modestia por parte de profesores, medios de comunicación y vulgo que deberían abandonar la manía de exigirlo. Que los andaluces no hablamos mal: hablamos andaluz. Si otros no saben pueden intentar aprender aunque lo dificulte la soberbia.

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