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La historia trascendió ayer a los medios jerezanos. En primer lugar, La Voz del Sur se hizo eco de que el célebre pub de copas en Jerez, Damajuana, albergaría un acto de VOX, la formación de ultraderecha que está teniendo su momento de esplendor en la actualidad en España, a rebufo de otros países europeos. Luego, El Diario de Jerez dijo que cambiarían de lugar.

El acuerdo verbal, según cuentan diversas fuentes de los medios, era el siguiente: VOX anunciaría el acto entre sus simpatizantes sin aludir al local, con un doble objetivo, no dañar la imagen pública del local y salvaguardar que el acto se pudiera realizar.

Pero el anuncio en redes sociales de VOX donde convocaba a sus simpatizantes a la calle Francos “junto al cine Astoria“, la misma ubicación donde se sitúa Damajuana en Jerez, puso en alerta a la opinión pública. ¿Era Damajuana de verdad donde iba a celebrarse el encuentro? Al trascender a la luz pública, todo se fue al garete.

Damajuana tiene un público de lo más variado, y aunque goza de una gran diversidad, la gran cantidad de eventos culturales que ha celebrado a lo largo de su historia el local (promotor de multitud de actividades) lo ha emparentado irremediablemente a un segmento de la bohemia jerezana, estrechamente relacionado con las causas sociales, sensibilidad de izquierdas y activa en términos políticos.

Aunque desde Damajuana se declaran como apolíticos (quizás se refieran más a apartidistas), lo cierto es que tener un local abierto a la sociedad y querer mantenerse al margen de cuanto acontece, es sencillamente imposible. Vivir ya es un acto político.

Así, tanto de forma espontánea como organizada, jerezanos y jerezanas aludieron al Boicot a Damajuana, tan solo unas horas después de conocerse la noticia. Para muestra, este aviso me llegó por un grupo de amigos en Whastapp.

La invitación al Boicot, una forma legítima de ejercer presión por parte de la ciudadanía (a veces acertada, a veces exagerada), pero siempre legítima, no fue bien recibida por parte del local. A la vista del cariz que tomaba el asunto en las redes sociales, Damajuana escribió un estado de Facebook donde la gerencia expresaba su tristeza e indignación ante lo ocurrido, comentando la necesidad de pagar las nóminas en una ciudad azotada por el paro, pero al mismo tiempo echando marcha atrás, pues aseguraba que “no llegó a ningún acuerdo”.

El evento, en declaraciones posteriores a la prensa, no se celebraría “por cuestiones de espacio”, pero VOX, por su lado, expresaba su respeto a la decisión del propietario.

Más tarde, según trascendió a los medios, los protagonistas del acuerdo aludían a“una dictadura”, refiriéndose al boicot organizado desde las redes sociales. Desde VOX se echaba la culpa a grupos de extrema izquierda.

No deja de ser paradójico que los mismos que alentaban el boicot a los productos catalanes se lleven las manos a la cabeza porque alguien efectúe un boicot, y que aludan a una dictadura, precisamente los que más a favor están de la dictadura que hubo en España durante cuarenta años.

Lo que ha sucedido tiene dos lecturas más allá del hecho en sí, la primera, el poder que tiene el consumidor gracias a las redes sociales, capaz de cambiar lo que parecía una decisión ajena a la clientela.

La segunda es un debate que hay entre las distintas sensibilidades de izquierda. Hay quienes creen que no hay que dar visibilidad en la red a eventos de ultraderechaque es mejor ignorarlos, independientemente de que alguien decida celebrarlos o no. Hay otros que, sin embargo, piensan que no hay que ceder ni un centímetro de suelo compartido a la ultraderecha, pues el espacio público está en disputa y, si no queremos tener un repunte de neofascismo similar al de otros países europeos, hay que ser intolerante con el intolerante: Llamar al boicot es, entonces, una forma de presión. Una forma de decir: No compartiremos nuestro espacio con ultranacionalistas xenófobos y homófobos. De una forma u otra, un grueso importante de la clientela de Damajuana se ha sentido ofendida por la decisión, y deben ser algunos más que los simpatizantes de VOX, cuando el dueño del local ha dado marcha atrás.

Damajuana debería haber medido el resultado de sus decisiones. A veces, uno no puede ponerse de lado ante determinados asuntos sociales. Albergar un evento de la ultraderecha no es albergar un meeting para aprender inglés, ni celebrar un concierto o una despedida de soltero. Es un símbolo de que la intolerancia campa a sus anchas. Y eso, en pleno siglo XXI, es algo que no podemos permitir.

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