Estos días se anda paseando por la primera línea de la información nacional el diputado del P.P., Vicente Martínez Pujalte, al descubrirse que creó una consultoría privada unos días antes de cobrar de una empresa constructora. Ya casi nadie se acuerda de lo que el señor Pujalte largaba cuando estaba en la oposición, pero, de aquella boquita salían arengas con la presteza que tienen las hojas de afeitar. Él mismo, tampoco se acordará.
No ha sido el único. El padre del ex ministro Ruiz Gallardón (quien fue abducido por la campanada que dio la entrada en prisión de Isabel Pantoja y que, de camino, atajó el cisma dentro de PP por lo del aborto), don José María Ruiz Gallardón era el compendio del catecismo de la Alianza Popular más extrema, y la cólera de Dios en un solo hombre, durante los primeros años de la transición. A aquél político le podía y le dolía su ideología, no se le acusó de otra cosa, pero qué miedo!
Han sido muchos más los dirigentes de la derecha española con aliento de fuego, por ejemplo: Rodrigo Rato lo fue y también lo fue Federico Trillo, entre muchos otros. Éste último bajó la guardia y mostro torpeza infantil delante de nuestras Fuerzas Armadas, y de todos los españoles, durante y después de aquel desgraciado accidente de aviación en Turquía. Y el primero que además de matar al padre, en sentido psicoanalítico, también lo ha superado: El progenitor, con su rancio nombre, cumplió prisión por delitos económicos en el régimen anterior; ya tienen enjundia los precedentes.
Estos hombres eran figurones, representantes de la derecha española, demócratas de nuestra querida patria, de nuestro sufrido país; personas de orden y admirables referencias para la sociedad española. ¡Qué ironía!
Salud
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