¿Sabes lo que te pasa cuando te mueves en transporte público?

Y es que poco a poco han ido desmantelando en los pequeños pueblos todos los servicios, ya sean privados, como los bancos, ya sean públicos, como los centros médicos o los colegios

31 de octubre de 2025 a las 07:15h
Usuarios acceden a un autobús en la parada de la avenida del Puerto de Cádiz.
Usuarios acceden a un autobús en la parada de la avenida del Puerto de Cádiz. MANU GARCÍA

7 de la mañana, de una mañana fría, pavimiento mojado después de una noche lluviosa. Está amaneciendo cuando cojo mi coche para ir al trabajo. Frente a mi casa, la parada del autobús abriga a un matrimonio mayor, muy mayor, de esos a los que la edad ya no les permite conducir. El hombre andurrea de arriba abajo y la mujer espera sentada, encogida por el frío. La imagen es de desamparo. El autobús aún tardará media hora en llegar, pero ya se sabe, por temor a perderlo, están allí con tiempo de sobra. Tendrán cita en el hospital, seguro que no antes de las 9, posiblemente algo después. Pero desde mi pueblo, como en tantos pueblos alejados de las grandes ciudades, solo hay un autobús con un único recorrido, de una media hora, que sale por la mañana y vuelve al medio día. Mientras los observo resuena en mi cabeza el ingenioso eslogan de la última campaña del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible — "déjate llevar por tu transporte público"— y no puedo dejar de imaginar, sarcástica, la escena absurda que se montaría si estos dos señores de la parada entablaran una conversación con la optimista voz en off del anuncio:

-"¿Sabes lo que pasa cuando te mueves en transporte público?"

-Nada bueno, que llegas o demasiado pronto o tarde a tu destino, porque rara vez está ahí, 

-¿Cómo? ¿Hablamos del mismo transporte? ¿De ese transporte «moderno, accesible, de calidad, y que siempre está ahí»?

-Pero, ¿qué dice? ¿Accesible? ¿Sabe qué precios tiene? Y apenas hay líneas que conecten nuestros pueblos ni que nos lleven a las ciudades.

-Pero le insisto, el transporte público es "una maravillosa normalidad donde lo extraordinario lo pones tú".

-Con lo de poner, ¿se refiere a la paciencia, al tiempo o al dinero? Yo hablaría más de insuficiente normalidad.

Pero no se cruzarán ni una palabra, porque ese nuevo ministerio nunca se alejaría tanto de la capital para hablar con unos usuarios potenciales del transporte público. La campaña se divulga por todos los rincones donde llegue la televisión o cualquier red social, aunque vaya dirigido solo a los ciudadanos de Madrid, Sevilla u otras ciudades de esas dimensiones. El resto de la población, que es como el de las grandes ciudades, porque contribuye con sus impuestos, se verá obligado a desplazarse por los distintos pueblos para ir al instituto, el hospital, a Hacienda, al banco o a hacer compras, sin tener derecho a estos servicios. Me pregunto, entonces, si esto de lo público es un privilegio solo de las ciudades.

Si vives en zonas rurales, has de contar con coche privado, esa es la “maravillosa normalidad”. Para el contribuyente rural, todo es extraordinario y todo lo pone él: coche y combustible, porque como digo no hay transporte público, ni moderno ni tartana; porque lo poco que hay —con lo que eso de «está siempre ahí» suena a burla por estos lares— no es accesible (tarifas altas, no existen bonos ni reducciones, horarios imposibles). Sin embargo, esto no es todo, pues las carencias mencionadas conllevan otros males. 

La mayor parte de la población de estas zonas es anciana y el hecho de no contar con un transporte regular y público los convierte en personas dependientes, aun cuando no lo son. A los mayores, sumamos los adolescentes, menores de edad, que también encuentran significativamente mermada su movilidad. Los pueblos no son núcleos autosuficientes, como tampoco lo son los barrios de las ciudades. Más que de pueblos podríamos hablar de áreas rurales metropolitanas, pues, parafraseando al Diccionario de la Real Academia, se organizan «como un conjunto urbano formado por una ciudad [que en su defecto es un pueblo grande] y sus suburbios», que en nuestro caso serían esos pueblos carentes o escasos de servicios.

Y es que poco a poco han ido desmantelando en los pequeños pueblos todos los servicios, ya sean privados, como los bancos, ya sean públicos, como los centros médicos o los colegios. Esto obliga a desplazarse casi diariamente al pueblo grande más cercano: gestiones bancarias (pues nuestros mayores no son ágiles con la banca digital), médicos y un largo etcétera.  Y algún urbanita sabiondo se preguntará si estos mayores no tienen hijos que les resuelvan sus “normalidades”, a lo que yo le respondo que los hijos han emigrado a Madrid o a Barcelona, para «dejarse llevar por su transporte público».

"¡Y es que todavía hay gente que no lo pilla!".

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