IMAGEN: asia.nikkei.com
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A nadie se les escapa ya que uno de los retos que tiene nuestra sociedad este siglo XXI tiene que ver con la calidad de la información. Vivimos una periodo histórico donde el periodismo está siendo copado por portales web donde el respeto por la profesión y su código deontológico brillan por su ausencia. No en vano la propia Federación de Asociaciones de Periodismo de España (FAPE) ya forma en los institutos para evitar que las Fakes News campen a sus anchas, y es una preocupación esencial para el 69% de la ciudadanía española. A nivel internacional, gobiernos y los grandes gigantes tecnológicos se han puesto manos a la obra para erradicar la desinformación. Unos, alarmados por lo que puede significar que reine la posverdad —la putrefacción de nuestra convivencia—, otros, por la pérdida de reputación y credibilidad de sus plataformas entre la población.

No es un asunto baladí, el filtrado de noticias falsas que buscan influir en la ciudadanía, orientando su opinión hacia intereses espurios es, desgraciadamente, pan de cada día, y se han colado de lleno en el corazón de nuestra democracia. No son pocas las personas que toman como información veraz auténticos bulos destinados a favorecer determinados intereses políticos y económicos, cuando no a lobbies concretos o grandes corporaciones.

Pese a que desde los medios de comunicación desmintamos una y otra vez las noticias falsas, y hayan surgido multitud de iniciativas destinadas a vigilar la veracidad de lo que se publica, éstas seguirán reproduciéndose como una plaga bíblica si el lector no se pregunta por la procedencia de las mismas. Es hora de apelar a la responsabilidad de la ciudadanía, como consumidores y portadores de la información. Debemos de reivindicar, con nuestras lecturas y nuestra ética en los espacios compartidos, una información veraz.

Por nuestra parte, somos los propios medios, a través de nuestro trabajo, los principales garantes de la calidad de la información que vertimos a la luz pública. Y hemos de realizarlo con rigor, honestidad y buscando la verdad, como objetivo primigenio. Por eso creemos esencial denunciar las malas praxis que deningran e intoxican la profesión, y trabajamos para que la información real y rigurosa la puedan diferenciar los lectores en un solo golpe de vista de la información virulenta.

El periodismo no es un instrumento para transformar la realidad al antojo de unos pocos —en algunos casos, meros instrumentos partidistas o para hacer caja sin ningún tipo de responsabilidad social ni compromiso deontológico—, es uno de los bastiones principales de nuestra Democracia. Y lo vamos a defender hasta el final.

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