Tiene diecisiete años. Del mundo apenas conoce los cuentos que su padre le ha ido inventando mientras la dormía y ese saber acercarse a las personas que su madre le ha estado enseñando desde que vino al mundo como una niña dulce de ojos verdes. Poco más. El terror, para la muchacha, es todavía un rumor que se esconde detrás de las puertas. El fracaso se reduce a las mentiras que se taladran, a diario, en la pantalla de su móvil. El sexo, en cambio, sigue germinando del fondo de sus sueños. Si tus ojillos fueran aceitunitas verdes, tó la noche estaría muele que muele, muele que muele… Para ella, la muerte ni existe. Es una cifra chapoteando en el caldo de su puchero. Mueren al menos 37 gazatíes por disparos israelís en puntos de reparto de comida habla el periodista.
Tiene diecisiete años y un nombre que hubieras acercado a tu árbol de sangres y cenizas. La hubieras hecho de tu familia porque todos necesitamos de aquellas personas que nunca desearon hacer mal al otro. Ella jamás quiso aprender a empuñar un arma, a matar a otra persona con la ayuda de un dron. La hubieras adoptado como tuya porque ella nunca pensó en trabajar para el fusil y el comandante. Ella sólo tenía en su mente caminar sin rumbo hacia un buen rato o hacia una mesa llena de anécdotas. No os vayáis. ¿No tenéis más?, suplicaba a su gente cuando se desmontaba la tarde.
Pero este mundo del logro, del dinero, de la perpetua necesidad, de las estrellas sobre los hombros han logrado dinamitar su humanidad, acabar con la poesía que tenía entre sus arterias, reducirla al triste pensamiento de un buen sueldo mensual y a una pensión de rica que durará siempre nada porque ahora es todo. Con el ejército.., nunca caminarás solo. Never walk alone. Cuando un mundo entregado al arte de la guerra, al ejército, es un tiro seco en la nuca. Silencio. Es una detonación de hierro y fuego a varios kilómetros. Silencio. Es un cuarto húmedo inyectado de puñetazos y patadas. Silencio. Es un hoyo oscuro, un agujero hecho con dos palas, un boquete en el barro para un mortal. Silencio. Un silencio que termina clavándose hasta en las entrañas de lo más infames.
Tú no. Niña de diecisiete años, tú vienes del beso de noviembre. De la flor del pino amargo. De obrero y ama de casa. De tu valentía junto a los grillos de tu verano. De la medicina que esconden las pitas y las vidas que alimentan los olivos. Vienes a vivir y no a matar en nombre de la paz. Niña, vienes de la miel de la moraleja, de una caricia al centro del mundo bajo unas sábanas blancas. No puedes acabar siendo mortaja y negro velo, pólvora quemada en el pecho de un niño muerto. Que sean los demonios de la tierra, a los que sólo se les dejará el descampado y el alambre. Tú no..., tú vienes para la acuarela y el verso, igual que han nacido millones de nuestros hijos. ¡Hijos! ¡Habéis venido para ser lo que queráis ser pero nunca herramientas crueles del maldito Dios del odio y de la guerra!
