Cuando las noticias de un lugar son siempre las mismas, deja de ser noticia ese lugar, deja de verse y oírse y desaparece de los medios mayoritarios. No por ello dejan de ocurrir los acontecimientos de los que se dio cuenta, ni sus consecuencias. Solo un giro inesperado, o largamente esperado, de esos sucesos es lo que devuelve la visibilidad a ese lugar.
Gaza volverá a ser visible cuando Trump, con la conformidad de Israel, nombre un gobierno provisional, por ejemplo, o cuando uno de estos días al ejército israelí “se le vaya la mano” y vuelva a matar a cuarenta personas en un día, incluidos niños.
La realidad permanente en la Franja de Gaza no es noticia a día de hoy, sin embargo, hay muertos y heridos casi a diario por bombardeos o tiroteos del ejército israelí, algunas veces hasta un niño o una niña es alcanzado, como en la celebración de una boda en una escuela que servía de refugio a familias y que fue bombardeada hace una semana.
Parece que haya llegado el verano si no hay personas y bebés muertos por el frío, o que ya no haya hambre, escasez generalizada, carestía de agua potable, o niños y personas desnutridas porque la clasificación utilizada por la ONU concluye que ya no hay hambruna -mientras sus secuelas permanecen, pero esto no se evalúa-.
Se podría creer que ya todos, grandes y pequeños, tienen un hogar, un cobijo seguro porque Israel no bombardea edificios, cuando la realidad es que media Franja de Gaza es un gran campamento de tiendas de campaña y refugios provisionales, ahora inhabitables para cientos de miles de palestinos por las lluvias torrenciales y los fuertes vientos. Y quienes se refugian en edificios semiderruidos por los dos años de bombardeos israelíes corren el riesgo de derrumbe sobre sus cabezas, así muriendo dos niñas hace poco más de una semana. ¿Dónde vivir a salvo de las inclemencias del invierno?
También forma parte de la vida cotidiana de Gaza el reiterado incumplimiento de Netanyahu de la parte que le corresponde del supuesto plan de paz. Además de las violaciones habituales del alto el fuego, no deja entrar suficientes tiendas de campaña ni otros elementos que sirvan de refugio, ni todo tipo de materiales y maquinaria para rehabilitar infraestructuras -agua, electricidad, saneamiento-, hospitales, panaderías, además restringe los equipos necesarios para retirar escombros y abrir carreteras. Tampoco, el número pactado de camiones con toda clase de ayuda humanitaria. Estas obligaciones figuran en el punto 7 del acuerdo que firmó.
Se podría pensar que el plan de paz no ha servido para nada. Sí ha tenido su utilidad. Hamás ha entregado a todos los rehenes, no ha vuelto a realizar ataques al ejército o territorio israelí y mantiene a sus negociadores en contacto con los países mediadores. También vale para que Israel permanezca a un lado de la “línea amarilla” -media Franja de Gaza para su ejército y la otra media para dos millones de palestinos-, para que siga sin abrir todos los pasos fronterizos y fluya la ayuda humanitaria a la que se comprometió, para que escatime los permisos de salida a los enfermos y heridos que necesitan tratamientos urgentes. Le sirve para incumplirlo y que la comunidad internacional se quede tranquila y pueda mirar hacia otro lado, como si todo estuviera solucionado, y ni siquiera se molesta en exigir a Israel el cumplimiento de su parte del acuerdo. Hasta algún país retoma sin mayor escrúpulo el comercio de armas con Israel, como acaba de hacer Alemania.
Israel está utilizando el plan de paz para seguir sometiendo a los gazatíes a la escasez, el frío, la falta de recursos mínimos para la vida, que es una forma de herir y matar sin bombas. Y para hacer planes de futuro: hace una semana, el ministro de Defensa israelí afirmó que el ejército no se retirará completamente de Gaza -“Estamos en un periodo de soberanía práctica”- y que existen planes para restablecer asentamientos en la Franja. Aunque rápidamente fue desmentido. Así, a dos aguas, no enfadar mucho a Trump y hacer lo que tenían decidido hacer desde el principio.
A todo esto se suma que el gobierno de Netanyahu ha impuesto para el 2026 unas condiciones a las ONG inasumibles, por lo que no saben si podrán seguir realizando sus tareas humanitarias en el territorio palestino. En un comunicado del Equipo Humanitario del que forman parte diversas ONG y organismos de la ONU se dice que Israel “impone requisitos que las organizaciones humanitarias no pueden cumplir sin violar obligaciones legales internacionales o comprometer principios humanitarios fundamentales”. Todo sea por expulsar al mayor número posible de ONG del territorio palestino. Son testigos incómodos, como los periodistas. Así, limpia Gaza, es más fácil proseguir con un genocidio que no llame tanto la atención, que se va perdiendo de vista en los medios de comunicación y a cuya invisibilización contribuyen los países de la comunidad internacional con su silencio e inacción.
Pero también están las noticias esperanzadoras. Un grupo de 168 médicos y médicas palestinos han recibido su certificado de especialización este final de diciembre. La ceremonia de graduación se ha celebrado ante los escombros de lo que una vez fue el hospital más grande del territorio palestino, el Complejo Médico al-Shifa en la ciudad de Gaza. Han estudiado y se han examinado mientras trabajaban sin parar dentro de los hospitales de Gaza durante estos dos últimos años, en las mismas condiciones de inanición, desplazamiento y genocidio que sus pacientes y todos los gazatíes. Algunos también resultaron heridos, fueron detenidos o sufrieron la muerte de familiares. Y ahí se les ve en la foto, todos y todas con su bata blanca ante unas tristes ruinas que en ese momento han dejado de serlo.



