Pedro Sánchez, durante su último mitin en Jerez (FOTO: Manu García).
Pedro Sánchez, durante su último mitin en Jerez (FOTO: Manu García).

Seguro que les suena.

Un partido socialista con ventaja CIStémica se enfrenta a nuevas elecciones.

Con la sensación de que las cosas marchan bien con esa foto fija, opta por una campaña electoral de perfil bajo, sin desgastar a su presidenciable y buscándole espacios de confort, agitando de cuando en cuando el fantasma de la ultraderecha e intentando posicionarse en el centro del tablero político para así aglutinar una masa de votantes diversa. Se presenta, así, como única alternativa real al brote reaccionario del país.

Lo que intentó Susana Díaz en Andalucía lo está calcando Pedro Sánchez en la campaña para las generales. Aceptando debatir con Vox (un debate que ha tumbado, con argumentos, la Junta Electoral), el líder socialista legitima la presencia pública del partido ultraderechista. La idea, más teórica que práctica, de dividir a las derechas puede costarle movilizar un frente común que termine gobernando el país a la manera andaluza. Esto es, privatizando lo público, retrocediendo en derechos y engrasando su red clientelar.

Cuando la responsabilidad del aspirante a presidente del Gobierno sería ir moldeando un Gobierno de carácter progresista, espoleando al electorado de izquierdas y desmontando con pedagogía los bulos que vociferan a pecho descubierto los sucedáneos de Trump en el escenario político español, Sánchez, asesorado por el gurú del marketing político, Iván Redondo, intenta emular el efecto Macron en las elecciones presidenciales de Francia de 2017. Más estadista que convencido ideológico, como siempre ha sido Sánchez desde que llegara a la vida política, los sondeos parecen darle la razón, hasta el punto de que la idea de un gobierno del PSOE en solitario cobra fuerza en el imaginario socialista.

Aunque una crispada sociedad española demanda mayor responsabilidad política si se quiere sentar las bases que luchen contra la precariedad y la desigualdad, el PSOE de Sánchez actúa anteponiendo el cálculo electoral a un proyecto de país. Muchos esperaban una apuesta pública por el modelo portugués, aunque a los barones socialistas y el IBEX 35, les seduce más un co-gobierno con Ciudadanos.

Sánchez se ve más Macron que Rebelo de Souza, pero con un 40% de indecisos y las encuestas fallidas de los últimos ciclos políticos, su tacticismo podría estar condenando el país a una deriva reaccionaria. Justo como le sucedió a su, hasta hace poco, máxima rival política, Susana Díaz.

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