Novak Djokovic.
Novak Djokovic.

Abandona. Expulsión. Deportado. Expulsión. Viaje de vuelta. Echado. Abandona. Tiene que abandonar. ¿Y devolución?

Cada una de estas palabras o expresiones ha sido utilizada por un periódico español o alemán para describir e informar sobre lo ocurrido en Melbourne, Australia, después de que un Tribunal Federal decidiera por unanimidad que es conforme a Derecho la decisión de ministro de Inmigración de anular el visado de entrada del tenista, acompañado, según varios medios, por agentes de la policía federal hasta la puerta de embarque, y no gate, para que abandonara el país.

¿Cuál de todas las expresiones anteriores es información y cuál no es información, o no es información veraz? Veamos. Si alguien abandona un lugar es porque se aleja del lugar, en principio, por propia decisión; si alguien tiene-que-abandonar el lugar es porque se ve obligado a hacerlo ya que alguien o algo se lo impone. Deportación significa, según el diccionario de la Real Academia Española, desterrar a alguien a algún lugar, por lo regular a un país extranjero, y confinarlo allí por razones políticas o para castigarlo. Si consultamos, en inglés, el Cambridge Dictionary veremos que el término deportación en inglés se utiliza en España como expulsión. Por más que se busque deportación en los textos legales o en la página del Ministerio de Interior no se encontrará la palabra, sino devolución o expulsión, según las circunstancias. Devolución para quien quiera entrar ilegalmente en el país; expulsión para quien ya resida en el país.

Si se busca en las hemerotecas la palabra deportación nos devuelve a un pasado en que miembros de ETA eran deportados a diferentes países desde los países en que residían, aunque fuera ilegalmente, con intervención de las autoridades españolas. Hubo muchos casos, y especialmente célebres fueron los de Cabo Verde y Venezuela.

¿Por qué me parece importante hablar en detalle de todo esto? Porque cada palabra que se usa termina significando algo diferente a cualquier otra, aunque se esté hablando del mismo hecho, de suerte que el mismo hecho parecería un hecho diferente según cómo sea descrito. Es así como podemos chocar contra el principio de veracidad informativa. Que en inglés se use una palabra y que esa palabra tenga una cercanía latina con el español, deport / deportar, no nos obliga a comprender y describir una realidad para España, o para Alemania, desde el inglés.

Cuando todo aquel problema con Carles Puigdemont en Alemania la practica totalidad de los medios españoles usaban todo tipo de términos evitando, y digo evitando, el verdadero nombre y función del tribunal alemán que puso en libertad a Puigdemont: el Tribunal Supremo de Schleswig-Holstein. Sin embargo, todos esos medios no tienen problema para hablar del Tribunal Supremo de California, por ejemplo. Es un problema ideológico que desfigura la realidad de los otros países en el intento de comprenderla o de querer transformarla consciente pero irresponsablemente. No se debe interpretar la realidad ajena como si fuera la realidad propia y despreciar de la realidad ajena lo que no existe en la propia.

Deportación significa un castigo, y el tenista no ha recibido ningún castigo. ¿Es consciente de este hecho el autor de esa palabra? Quizá se haya dejado llevar por el inglés, pero estamos publicando y leyendo en español, y en la realidad española. Para esta realidad española debemos buscar la equivalencia de lo que ha ocurrido en Australia sin alterar  esa realidad. Deportación suena a castigo, a algo muy severo, mucho más, seguramente, que expulsión, y mucho más, a su vez, que devolución. ¿Es aceptable esa intencionalidad, que va más allá de la pura descripción del hecho? Si leo la página del Ministerio del Interior sobre los supuestos de devolución parecería que el tenista haya sido devuelto, como mucho expulsado; en ningún caso deportado, término que no aparece en dicha página.

Las expresiones abandona y viaje de vuelta no expresan tampoco con veracidad el acto de salir del país, puesto que su salida del país ha sido por la fuerza, que significa en contra de su voluntad: por orden judicial y escoltado por la policía federal. Varios medios han incluido, además, comentarios o columnas relativamente favorables, benévolas o han descrito la situación como no clara, confusa, etc. Han tomado partido, en una palabra, aunque no haya sido del todo exculpatorio sino sobre todo comprensivo y tolerante con el tenista, hasta cierto punto.

Se pide que se hable de tenis y precisamente de lo único que no hay que hablar aquí, sobre este tema, es de tenis, sino de Leyes, Derecho, Estado de Derecho y sobre el concepto de una Legalidad igual para todos o no, así como de la soberanía de un país sobre su territorio, o si esa soberanía territorial debería ser abolida, entonces, para cualquier ciudadano que desee ingresar en el territorio de ese país o solo para alguien famoso o adinerado.

De un modo no pronunciado se está planteando en los medios de comunicación si una persona tiene un derecho universal e ilimitado basado en su naturaleza aristocrática, considerando aristocracia con el significado de la antigüedad clásica: si alguien tomado por uno de los mejores puede ser tratado de forma distinta a como establecen las Leyes o no, o si con un aristócrata se debe o se puede hacer manga ancha, cerrar los ojos y que una mano lave la otra. Todo esto tiene consecuencias que no terminan en la retirada del visado para entrar en un país extranjero a un tenista. Pensemos en las fiestas de Downing Street durante la pandemia, con el primer ministro británico a la cabeza de la fiesta, mientras el país entero estaba bajo medidas restrictivas severas.

Es curioso que desde Serbia han llegado críticas enfurecidas declarando a los políticos no sé cuantas cosas por la devolución del tenista, cuando precisamente esa devolución podría significar, digo podría, que la Ley intenta ser la misma para todos. Que el presidente de Serbia califique la devolución, con garantía judicial federal, como de una conspiración internacional contra Serbia y el pueblo serbio parece algo exagerado y sería la confirmación de que sobre lo que no debemos hablar es sobre tenis, sino sobre fronteras y fiestas.

Se antoja indiscutible que, según los rankings que se usan en el tenis, estemos hablando del mejor tenista del mundo, lo que no necesariamente se corresponde con el mejor deportista del mundo, como se ha llegado a decir. Nada de esta columna quita ni pone ni un gramo de calidad a su modo de jugar o de ganar partidos. Tendremos que esperar a que pasen los días y las semanas para, en frío, conocer quizá todos los detalles de lo ocurrido.

Por el momento, este caso creo que muestra dos cosas. La primera, el arraigo de la cultura fake news en los medios de comunicación. Las interpretaciones tienen un límite claro y reconocible: devolución o expulsión no es deportación; para estas cosas existe el DRAE, precisamente, las hemerotecas, etc. De alguien que ha sido devuelto de un lugar no se puede decir que simplemente se ha marchado. Estas formas de hablar de un hecho no son veraces, forman parte de la cultura de banalización de la veracidad y ahondan en que siga arraigando la cultura de fake news, trivializando la verdad en favor de un supuesto derecho a tener la opinión y la interpretación que más simpática parezca en cada momento, olvidando la necesidad de describir verazmente lo ocurrido.

En segundo lugar, queda a la vista la diferencia de garantías que disfrutan unas personas u otras cuando llegan a una frontera.

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