No, el Papa no ha dado la comunión con una oreo, aunque lo hayas visto en 'whatsapp'

Poco o nada de lo que llega a través de redes sociales sin firma, sin referencias de ningún medio, es cierto. Los intoxicadores del fango necesitan mentiras para convencerte, y eso debería preocuparte

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Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

Una conversación de 'whatsapp'.
Una conversación de 'whatsapp'.

En tiempos de pandemia, la información es un servicio esencial, pero no porque lo diga en su decreto el Gobierno, sino porque la necesidad de estar bien informados es mayor que nunca. Pocas veces, lo que nos llega nos ha condicionado tanto en nuestro día a día. Pocos días después del decreto de alarma, la televisión pública gallega entrevistó a un hombre por la calle y le pilló desprevenido. No tenía tele ni internet y no sabía qué era lo que ocurría, o al menos eso dijo. Casos como ese hay más bien pocos en esta sociedad donde la información fluye como lo hace el agua del grifo, de un lado para otro y sin parar.

Estas son aguas torrenciales. Nos inunda la información. Y no toda es potable. De hecho, nunca han estado más a gusto aquellos que viven no del agua sino del fango. Personajes anónimos como aquellos que disfrutaban de dar falsos avisos a los servicios de emergencia, sintiéndose más listos que nadie y divertidos de ver cómo los demás le hacen caso a su tontería. Esos y otros con fines políticos están aprovechando la incapacidad de la audiencia de distinguir lo real de lo falso. Y no es tan difícil.

Primero, hay que confiar un poco más en el periodismo. No digo en todos los periodistas, ni en mí mismo, sino en la mayoría. Yo puedo equivocarme, y sólo tengo mi palabra para prometerles que trabajo con la mayor profesionalidad que puedo demostrar y con una honestidad absoluta, pero eso sólo es mi palabra. Y puedo equivocarme, obviamente, intento hacerlo lo menos posible. Pero si en general el periodismo apunta a hechos con pruebas contrastadas, pensar que todo es fruto de una conspiración es una irrealidad, porque les cuento que los periodistas no nos pondríamos de acuerdo para nada, por lo general, hay muy poco sentido de pertenencia y sí muchas ganas de rebatirnos los unos a los otros, casi siempre con espadazos por delante y algunas veces por la espalda, pero eso es otro asunto. La cuestión es que no, no hay conspiraciones para tapar asuntos. Y si alguien puede apuntarse un tanto para golpear al resto de la profesión, suele hacerlo y lo vemos cada día aunque usted no se dé cuenta así como así.

Segundo, poner en cuarentena, nunca mejor dicho, aquello que se supone viene a descubrir América, destapar esas conspiraciones, etc. Es como aquello de que el hombre no pisó la Luna. No hay trenes tirando el virus por el aire, ni un millón de mascarillas en dirección a Francia porque el supuesto camionero que habla en el vídeo transportaba folios y sólo él sabrá por qué dijo tal mentira para llamar asesino a Pedro Sánchez. Me encantaría contar que el Presidente trata de matarnos a todos, o que esto es un invento de China creado en un laboratorio, o de Donald Trump, pero basta sólo con ver las negativas consecuencias que tendrá este virus para estos países para darse cuenta de que no tiene sentido tal conspiración, o que expertos independientes y llanos te cuentan que la estructura del virus no se haría en un laboratorio porque hay maneras mucho más efectivas para infectarnos a todos que este puñetero coronavirus. Mientras, China puede perder la condición de ser fábrica mundial para que los países opten por tener después de esta crisis métodos para conseguir suministros de elementos básicos. Ninguna de las dos potencias querría acabar con la globalización económica y comercial, y todo apunta a que será un golpe durísimo.

Tercero, basta con repasar, ver, pensar en las consecuencias, informarse. Uno busca en Google sobre el camionero mentiroso y tiene métodos para comprobar por sí mismo que es mentira, que las cajas son de folios, pero da igual. Estamos en un punto de desabastecimiento de material sanitario en toda Europa, y veremos si el Gobierno actuó mejor o peor, pero nada hace indicar que nos quiera matar con esta infección. Quieren algunos que lo pensemos, los que se beneficarían de ello políticamente, que es una parte de la oposición que necesita mentiras cada día y llamar mucho la atención para ganar votos. Porque con la verdad no les vale. Igual que a muchos otros en este mundo del siglo XXI no le vale el método de la muerte para conseguir sus aspiraciones, como era posible en el siglo XX de las guerrillas y las guerras mundiales que eran un poco civiles de Europa. Ahora no. Porque no le valió, ETA dejó las armas. Ya no era eficaz. Por eso mismo, los hijos de aquel 36 golpista prefieren hoy las mentiras, porque pueden salirse con la suya apuntando a los mismos con las armas de convencer sin respeto por la verdad. Y muchos pican, y se enrolan. El mismo partido que pidió que las mercerías abrieran durante el estado de alarma llama asesino al Gobierno por no cerrar antes todo lo demás, y cuando decreta el cierre de industrias no esenciales, les critica por cargarse la economía. Pueden contradecirse siete veces en la misma frase y no les pasa absolutamente nada. Da igual. La verdad es lo de menos.

El otro día me llegó un mensaje en el que se veía al papa dando la comunión con una oreo. Para aaquel que no conociera que existen programas informáticos eque te permiten realizar montajes falseando la imagen, sería escandaloso. Hoy casi todos sabemos que es un montaje sólo con verlo. Les animo a que dediquen más tiempo a contrastar para agudizar ese sentido. De vez en cuando, quizás alguna cadena de whatsapp sea verdad. Quizás. Pero raras veces la industria de la galleta conseguirá influir en la Iglesia católica para ganar dinero, aunque suene a notición. El día que sea así, me encantaría ser el que se lo cuente. Pero yo prefiero ser honesto y lo más profesional que me salga. Aunque algún día me pueda equivocar, cada día publico aquí con mi cara, así que me va la vida en que sea cierto lo que digo para que no se vayan.  A diferencia de los presuntos camioneros que no dan nombre, rostro, ni rinden cuentas. Pero por más que me esfuerce, a él que descubre la gran conspiración contradicha con hechos irrefutables, le creen de verdad.

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