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Mire usted, como he visto en el periódico que van a multar con 450 euros a la gente que saque la basura fuera de horario...

(Telón. En el centro del escenario sólo aparece un bidón de basura desvencijado y sucio. Oscuridad a su alrededor. Suenan los cantos de los grillos. Junto al bidón aparece una mesilla también rota sobre la que se apoya, a duras penas, un teléfono antiguo, de los que tenían cable. En el escenario surge una persona encarnando a Miguel Gila. Va en pijama a cuadros y porta en su mano izquierda una bolsa de basura. Camina frotándose los ojos, bostezando, hasta situarse junto a la mesilla y el teléfono. Lo descuelga y comienza a marcar).

Buenas noches, ¿está el vigilante medioambiental? ¡Qué se ponga! Ya sé, señora, ya sé que no son horas, pero es que tengo que hablar un asunto muy importante con su marido. ¿Qué me vaya adónde? ¡Señora, señora!

(Se hace el silencio. A través del teléfono, en la lejanía, se oye un “¿quién coño es a estas horas?”).

Buenas noches, ¿usted es el señor vigilante? Sí, ya sé que son las cuatro de la mañana, pero es que tengo una duda muy importante. Total, si ya se ha despertado, hablamos, ya qué más da, ¿no? ¿Qué me vaya adónde? He estado el fin de semana en la playa, se estaba mu bien, mu bien. Es que, mire usted, como he visto en el periódico que van a multar con 450 euros a la gente que saque la basura fuera de horario, y como no sé muy bien como va eso, quería preguntarle si ahora mismo puedo tirar la basura o me van a multar. 

(Se oyen gritos ininteligibles al otro lado del teléfono).

¡Qué barbaridad, con qué energía se levanta usted, señor vigilante! ¿Entonces qué hago, le espero aquí? No, yo no voy a tirar la basura para que venga un vigilante y me multe, yo le espero aquí. Ya, ya imagino que son muy pocos y que no pueden llegar a todos lados. Oiga, y ¿cómo van ustedes vestidos? Es que creo que no he visto ninguno en mi vida. ¡Ah, que van en moto! Verde oscuro con la parte de arriba amarillo fluorescente, ya. Pues no, no he visto a uno en mi vida. Y otra cosita, esto de los bidones rotos y sucios que se ven por todas partes, que digo yo que también los vigilarán y multarán a los que los mantienen así, vamos al Ayuntamiento y a los operarios de la concesionaria que no cumplan con su trabajo, ¿no? Ah, que son pocos y no pueden ocuparse de todo, ya. Pero ¿no iban ustedes en moto? Ah, ya, que son pocos. Oiga, eso de que son pocos y que van en moto ya me ha quedado claro, no hace falta que lo repita más, ¿eh?

(Vuelve a hacerse el silencio. Por un momento, los grillos comienzan a cantar de nuevo).

Señor vigilante, a los que no recogen las cacas de los perros, se mean por la calle y no usan las papeleras también los multan, ¿no? ¡Es verdad, que son pocos y van en moto! Ay, ya no me acordaba, será por el sueño. Es que no son horas, ¿sabe usted? Pero como no sé cuál es la hora para tirar la basura…. Usted no lo sabrá, ¿verdad? ¡Ah, que eso viene en la ordenanza de medio ambiente! Oiga, ¿y no me lo puede decir, ya que estamos? Que no se la sabe. Claro, es que son tan pocos que no tienen tiempo ni para leer, entiendo. Hombre, ya sé que las ordenanzas hay que saberlas, que para saber el itinerario de una procesión bien que nos buscamos las papas en Internet para enterarnos y que esto es lo mismo, pero es que ahora mismo no tengo Internet aquí, al lado del bidón que, oiga, no vea usted cómo huele, y este teléfono pa mí que de WIFI tiene poco. Bueno, cuando usted llegue y tire la basura tranquilamente, me llego a casa y lo miro, aunque creo que primero tendré que echarme a dormir, ¿no cree? No, como haga lo que me salga de los cojones creo que no voy a tener fuerzas para leerme la ordenanza después.

(Nuestro personaje suelta una sonora carcajada. De nuevo se hace el silencio y se oyen los grillos).

Y el delegado, ¿qué dice? Que no lo ha visto nunca ni el delegado lo ha visto nunca a usted, comprendo. Es que, como son tan pocos y las motos no entran en los despachos, pues claro, es normal. Entonces ¿por qué salen diciendo que son ustedes los que van a multar? Que no lo sabe, claro, claro. Oiga, ¿usted sabe de algo? De motos, ya, porque de multas parece que tampoco sabe mucho, claro. Bueno, pues nada, que aquí le espero y ya de paso nos vamos al bar a desayunar, ya que estamos…

(Cuelga el teléfono y comienza a caminar despacio, muy despacio dando vueltas al bidón de basura roto y nauseabundo, acompañado de un coro de grillos. Mientras el telón cae lentamente, se comienza a oír Había una vez un circo, de los Payasos de la Tele...).

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