Desde ayer sábado y hasta el próximo jueves 8 de diciembre, la muy noble y muy leal ciudad de Medina Sidonia celebra sus jornadas de puertas abiertas. Durante estos pocos días este precioso pueblo gaditano, ubicado en un promontorio entre la sierra y el mar —en la comarca de La Janda— desde el que se divisa gran parte de la provincia, desde la costa de Cádiz a la sierra de Grazalema, abre sus puertas como cada año al visitante ofreciéndole la posibilidad de gozar de sus secretos más íntimos. Porque además de su rico patrimonio histórico y artístico —romano, musulmán y cristiano—, que podemos visitar ahora o en cualquier otro momento del año, durante estos días los asidonenses abren al público algunos de sus patios más hermosos, desde los más señoriales hasta los más populares de las viejas casas de vecinos. Todo ello adobado con un programa cultural de índole variada, que incluye un mercado de productos artesanos, presentaciones de libros y diversas exposiciones de cerámica, de joyería artesanal, de barcos en miniatura, etc.

En Andalucía, y también en las demás regiones de España, desde Cataluña a Extremadura, o desde el País Vasco a Galicia, sin olvidar a la ancha Castilla o al duro Aragón..., hay muchos pueblos bonitos, que parecen anclados en el tiempo. Pero muchos de ellos son solo pueblos de postal, que una vez vistos y fotografiados guardamos en nuestro recuerdo y en nuestros archivos. No hay necesidad de volver a ellos. O son pueblos-museo, sin vida propia, donde las calles son solo el decorado de otra época ya fenecida, por las que hoy mayormente transitan manadas de turistas. Pues bien, Medina Sidonia es mucho más que todo ello, porque a la belleza singular de sus calles, plazas y monumentos —que no es poco— añade un carácter y una vitalidad que le son propios. Y es que hay en Medina una manera risueña y alegre de vivir, de saber estar y de sentir el paso del tiempo que, en cierta medida, se corresponde con la idea de la Andalucía romántica que nos legaron los viajeros del siglo XIX. Decía uno de ellos -Richard Ford- que los andaluces “siempre han sido la gente más elegante, refinada y sensual de la Península”. A esta apreciación hacen honor los asidonenses: elegantes sin ostentación, refinados incluso en su rusticidad, y sensuales sin dejar de ser comedidos. Para comprobarlo basta con tomarse unas cervezas o un vino de Jerez en cualquier terraza de la Alameda, y dejarse envolver por el ambiente sosegado, risueño y educado de esta ciudad encantada a la que tanto debo.

Pero sobre todo Medina Sidonia ofrece al visitante su maravillosa repostería y una gastronomía puntera. No puede uno pasar por Medina sin adquirir en cualquiera de sus pastelerías y tahonas sus justamente afamados alfajores, amarguillos, tortas pardas, pan de Cádiz... o cualquiera otra delicia navideña. Se trata de productos artesanales cuyas recetas se guardan celosamente y se heredan en el seno de unas pocas familias. Y para colmo hay en Medina varios restaurantes de lo mejor que podemos encontrar en toda la provincia —El Duque, La Duquesa, el Machín, el Bar Cádiz, el Ortega, el Castillo, etc.—, con una cocina cada vez más sofisticada y que al mismo tiempo permanece aferrada a sus raíces populares. Entre sus platos señeros hay que destacar las especialidades de la tierra —la carne de retinto, la perdiz, el conejo, los espárragos trigueros...—, pero también el cordero o el cabrito. En fin, que será todo un lujo aprovechar estas jornadas de puertas abiertas para hacer una escapada y visitar esta antigua y noble ciudad de Medina Sidonia.

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