El caso es que el cronista iba tranquilamente paseando por el centro de Jerez, con su despiste habitual, cuando ve pasar al obispo casi a la carrera. Tras un frotamiento de ojos, llegaron las preguntas. ¿A dónde iba? ¿De dónde venía el obispo? ¿A qué tanta prisa? Bueno, eran cerca de las nueve de la noche, el hombre iba Arroyo abajo, así que lo mismo tiene la costumbre de cenar a esa hora tan española o le gusta ver el telediario desde el principio. Pero… ¿qué ocurre con la segunda pregunta? La respuesta, llegando a la plaza de la Asunción: ¡Leche, pues que había sido el traslado del Pendón a San Dionisio! Sacrosanta tradición totalmente inadvertida en la tarde del martes. De verdad que si el traslado del Pendón era algo para iniciados cuando San Dionisio era fiesta local, ahora ya es para elegidos.
El gobierno municipal está muy convencido de seguir ‘jugando’ con las festividades del patrón y la ‘matrona’ de Jerez con vistas a que haya un día festivo más en la Feria del Caballo (esta es la sencilla fórmula: si uno cae en domingo esa fiesta no se pasa al lunes y si los dos son en día de diario, pues bye, bye, amigo Denis, que la Merced es mucha Merced). Esa medida le gusta a los caseteros –está visto y comprobado que se llena el lunes, la verdad— y le encanta al propio gobierno porque es de las pocas decisiones que ha tomado a lo largo de estos casi cuatro años de no querer molestar a nadie.
Personalmente a este cronista poco o nada le interesan las banderas, así que imagínense los pendones (me voy a ahorrar el chiste fácil), lo que no es óbice para reconocer que este tema queda desolado y a lo mejor merece otra pensada por parte de los próceres municipales, más que nada por lo que se refiere a la entrega de los Premios Ciudad de Jerez: no es lo mismo un día de fiesta por la mañana que un martes por la tarde, por mucho que, a buen seguro, la Atalaya estuviera llena de amigos y familiares de los premiados.
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