Cual cenicienta. Pasada la Feria, el edificio inspirador seguirá languideciendo, invisible, entre grietas, abandono y papeles de reclamación sin respuesta.
Sevilla, tan dada a celebrar su historia, parece incapaz de conservarla con coherencia. La imagen proyectada en la portada de la Feria de Abril 2025 no solo deslumbra; también proyecta sombras. Porque detrás del espectáculo simbólico se esconde una verdad incómoda: el Pabellón de Chile, ese referente de la arquitectura iberoamericana de principios del siglo XX, está en ruinas.
Nada más falso que querer brillar sobre cimientos tambaleantes. La portada de la Feria de Abril ha resultado una elección, estéticamente incuestionable y culturalmente evocadora. Pero es también éticamente paradójica. Mientras se glorifica su imagen frente a las cámaras, el edificio real sufre un deterioro progresivo en pleno centro de Sevilla.

Por un lado, la Escuela de Arte de Sevilla, que ocupa una parte del edificio, lleva años reclamando mejoras urgentes ante los problemas de seguridad, humedades y falta de adecuación. Por otro, la sección del antiguo consulado, que da a la calle La Rábida, ha sido abandonada, víctima de ocupaciones ilegales, vandalismo y desinterés.
La incoherencia de una Sevilla de escaparate, donde pocos se preocupan por un patrimonio ruinoso expuesto como pin en las solapas. Muy propio de la derecha andaluza, patrón similar cuando Moreno Bonilla luce la bandera de Andalucía, donde lo efímero brilla y lo permanente se derrumba.
Ni la Junta de Andalucía, responsable de la Escuela de Arte, ni el Ayuntamiento de Sevilla, titular de la parte del antiguo consulado, están a la altura. Entre trámites, cesiones no consumadas y promesas que no llegan, el tiempo pasa, y con él, la estructura del edificio. No se trata solo de dinero —que también— sino de voluntad política, de prioridades. ¿Es coherente gastar recursos en replicar simbólicamente un edificio que se deja morir a pocas calles de distancia?
Que Sevilla elija homenajear al Pabellón de Chile en su fiesta más internacional debería ser una oportunidad para actuar con coherencia, para rescatar lo auténtico más allá de la postal. Es hora de que quienes hoy se engalanan con esa portada se comprometan, al fin, con el edificio real. Porque sin cuidado, sin inversión, sin respeto, lo simbólico se convierte en farsa. Y el patrimonio, en ruina.