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"Locos, estamos locos, y lo peor es que esta locura debe ser contagiosa, los pueblos se contagian, enferman, sacan banderitas, excluyen y se excluyen".

En una acepción no muy detallada, la locura suele relacionarse como un determinado comportamiento o más bien una especie de estado que originariamente comienza por la desviación de la norma, "desviado del surco recto", y que culmina con delirios, actos extraños y destructivos. Es el estado más acorde con lo pasado en las últimas semanas en ese culebrón que es la supuesta declaración de independencia de Cataluña.

Quizás como locos deben estar aquellas personas que después de ser llamados a votar, levantarse a las cinco de la mañana para ponerse en una cola, recibir palos a granel de la guardia civil …y ahora terminar con una República Catalana suspendida en segundos. Aunque la locura parece que hace dudar a muchos, en eso se basaba Erasmo en su famoso Elogio de la locura.

El PSOE también parece atravesar por esta duda, por esta locura, cuando de pronto quiso reprobar a la vicepresidenta, para en horas olvidarse de la represión policial que ellos mismos habían criticado. Locos, estamos locos, y lo peor es que esta locura debe ser contagiosa, los pueblos se contagian, enferman, sacan banderitas, excluyen y se excluyen. Y esta locura, no sé a ustedes, pero a mi me da miedo porque saca lo peor de esos pueblos, la afinidad a lo diferente frente a lo que nos une. Les pido que se cuiden, que no se dejen arrastrar y por favor, vacúnense de ese patrioterismo excluyente, háganse insumisos de esa locura, como decía George Brassens: “Au village, sans prétention,/ J'ai mauvaise réputation”.

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