Lobos

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Casi dos meses de reposo absoluto y reflexión dan para mucho. He escrito poco. Leído, todo y mucho más. Una intenta, en la medida de lo posible, minimizar lo que llega del exterior, para que no contamine.

“Somos la especie más peligrosa del mundo, no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen la función de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico. Nuestra principal forma de adaptación es la cultura, no la anatomía”.

Marvin Harris, antropólogo.

Casi dos meses de reposo absoluto y reflexión dan para mucho. He escrito poco. Leído, todo y mucho más. Una intenta, en la medida de lo posible, minimizar lo que llega del exterior, para que no contamine. Pero es imposible abstraerse al hedor del mundo, ya que, si cuenta con el viento a favor, se hace insoportable.

Debe ser, por prescripción facultativa, tiempo de descanso, para alimentar una nueva vida. Y todo alrededor parece derrumbarse. De Bruselas a Grecia, pasando por Turquía. Y cerca, muy cerca, situaciones complicadas. Entonces llega una pregunta que me aterra: ¿Es una buena idea traer hijos a los escombros?

Me aferro entonces a la fe (más bien cabezonería) de pensar que sí, que es una gran idea, seguir creando personas nuevas. A lo mejor, en ellos está el pegamento que une los trozos de todo, a la larga, aunque vean las marcas, siempre.

Porque habrá grietas, grandes y pequeñas, más lejos, y muy cerca. Y los malos no son solo los que portan cinturones explosivos. Esos, son malos, muy malos, a lo grande. Pero también están los malos que, como virus microscópicos, son letales. Los que horadan un fragmento de piel, o de alma, pequeño, al principio, y terminan invadiendo el organismo entero. Corrompen, porque ellos ya están corrompidos. Y aterra pensar que un simple prejuicio, una idea, pueda ser nociva, y destruir.

Quiero soñar, que no es cierto eso que dicen, eso que leo, acerca de que estamos a la deriva. Alguna vez alguien, muy pronto gritará desde la proa, la nave va, y en el Mar Egeo solo habrá cenizas de divas de la ópera, arrojadas a propósito, como un acto de amor, y nunca más, cuerpos de niños.

Dime que es una falacia lo del homo homini lupus, y que las personas no tienen recovecos donde ocultar oscuridad. Dime que no vamos a lo nuestro, ni nos importan, nada más que los propios intereses. ¿Una jungla esto? Qué va, qué va. Los lobos ya no existen, son cosa de los cuentos, como los dragones, y si de verdad hubiera alguno, ya se encargarán de llevarlo a la extinción. No hay duda.

Con las manos en el vientre, ahora habitado por alegría de trece semanas, intento llenar los sueños de toda la ingenuidad posible, y seguir con la esperanza puesta en el futuro. Ahora, esos son mis intereses, y como humana, debo mirar solo por ellos, ¿no? Y luchar como loba, por el bienestar de sus lobeznos. Aunque todo sea difícil, me impongo el momento de reponer fuerzas, y caer en una de esas siestas que se le piden prestadas a la muerte, para nutrir la sangre. Y perder el sentido el tiempo y el espacio. Flotar. A salvo.

Los lobos ya no existen, pertenecen a los cuentos, aunque todavía, cada noche, aullemos, de horror o de tristeza, en las ventanas, en la pantalla, y desde todas las orillas del mundo.

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