Un momento de la paliza protagonizada por agentes de Policía en Linares.
Un momento de la paliza protagonizada por agentes de Policía en Linares.

Lo ocurrido en Linares es simplemente inaceptable y creo que todos nos veremos satisfechos si la Justicia nos lo aclara y, en consecuencia, establece la sentencia adecuada a los hechos. Si pusiéramos aquí el lenguaje extremado que suele usarse en estos casos, el lenguaje del 1 de octubre en Catalunya, el lenguaje de después de los hechos de Altsasu y tantos otros hechos, veremos cuál es la actitud que nuestra sociedad tiene o permite hacia los otros, y cómo se construyen las imágenes del enemigo, como primer problema. España sigue siendo un país lleno de enemigos, y ello me lleva a pensar que son muchos los conflictos que quedan aun por resolver. Si miro a Chile me doy cuenta, mucho más, de todo lo que nos falta ver, que la cultura democrática de nuestra sociedad es el problema, que las clases directoras de nuestra sociedad no se comportan democráticamente y que la formación para una cultura democrática le ha sido hurtada a nuestra sociedad desde 1978.

Que una pelea en un bar de Altsasu termine con acusaciones de terrorismo y un encarcelamiento absolutamente desmesurado, nos ofrece una información que no queremos aceptar. La lista es larga, es el “rodea el Congreso”, es el 1 de octubre en Cataluña y un largo etcétera. La Justicia ha ordenado el ingreso en prisión de unos agentes de Policía como presuntos autores de varios delitos. A renglón seguido llegan imágenes y noticias sobre una actuación policial contra las protestas de Linares por la agresión. Suena la necesidad de una investigación sin compromisos, a quien quiera escuchar, que tras la detención de varios policías y su ingreso en prisión, por una agresión a un vecino, cuando los convecinos salen a protestar sean duramente disueltos. Quien quiera escuchar oirá que en ese conflicto abierto se ve un grave problema de convivencia nada improvisado.

En Chile estamos presenciando un proceso constituyente porque la sociedad chilena no soporta más estar ceñida y limitada a lo que los restos de la dictadura de Pinochet le obliga. Es curioso que las actuaciones de los carabineros, la fuerza policial chilena, han puesto una y otra vez sobre la mesa que resulta necesario refundar los cuerpos de policía que dejó la dictadura. Que el problema está en su forma de comprender la seguridad y de utilizar su fuerza e inteligencia en la sociedad.

En España no es nuevo el debate sobre cómo utilizan su fuerza e inteligencia los cuerpos de policía. Sea si hablamos de las conocidas como las cloacas del Estado, sea si hablamos de la fuerza para disolver manifestaciones. Tampoco en esto se abrió jamás un verdadero debate social sobre la proporcionalidad en el uso de la fuerza ni sobre cuál es verdaderamente la función de los agentes de policía para neutralizar violencias en una manifestación o protesta; el debate sobre si se puede pegar a los manifestantes de una protesta y cuánto se les puede pegar, o si la policía está para reducir la violencia y detener sin castigar a los ciudadanos presuntos alborotadores. Yo creía que habíamos alcanzado la verdad constitucional de la presunción de inocencia para todos y la otra verdad que dice que solo tras un juicio legal y justo se puede aplicar un castigo según la Ley. Pegar a un ciudadano es un castigo, y no es un castigo legal. Sería importante que definiéramos que es pegar a un ciudadano y cuándo se le puede pegar. Este debate se hubiera debido abrir ampliamente hace mucho tiempo.

Un Estado existe porque puede imponer, por la fuerza si fuera necesario, la Ley. Pero atención, solo si fuera necesario, y la fuerza está prevista solo para reducir y conducir ante el juez a quien viole la Ley. El vídeo que apareció con un agente de policía que desea que los hechos queden verdaderamente aclarados y que la policía está para garantizar la libertad de la personas es enormemente emotivo y expresa, sobre todo, el ansia de que así llegue a ser cuanto antes.

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