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En él resuenan tesoros ocultos, amores prohibidos, el recuerdo de Boabdil, un astrólogo árabe, o un laúd capaz de curar la melancolía.

Abro un viejo libro publicado por la editorial Fama. Debió ser editado a finales de los años cuarenta del siglo pasado, a juzgar por la dedicatoria: “Dedico esta novela a mi linda (…) digna de morar como princesa en la suntuosa Alhambra”. Pero no distingo el nombre de la mujer a quién un tal Julio le dedicó ese libro de leyendas construidas en torno a la Alhambra de Granada.

El libro vino de la Habana y había llegado a mis manos hace poco. Sus páginas tienen el mismo olor que los viejos muros pétreos de Cuzco o la sólida y breve llanura en la que se asienta Cochabamba. Se titula Leyendas de la Alhambra y su autor es el mismísimo Washington Irving, el autor por excelencia del romanticismo norteamericano.

En el propio prólogo ya nos anticipa algunos de los pormenores del escritor estadounidense: 

¿Quién es ese joven, de sonrisa dulce y mirada inteligente que, en plena juventud, dirige sus pasos a Europa, desde la populosa ciudad de Nueva York? ¿Qué fin guía al arrastrar los riesgos de tan largo viaje? (…) Permítanos el lector se lo presentemos:

Es el joven de 20 años, Washington Irving, natural de Nueva York, nacido en 1783, que busca, en el suave clima del mediodía de Francia y de Italia, el remedio a una dolencia juvenil que le consume y aqueja.

Se dirige a Génova, donde piensa residir algún tiempo, para conocer, con más reposo, cuando de notable hay en la vieja Europa.

Han pasado tres años. El joven (…) ha corrido no sólo Italia y Suiza, sino que, pasando luego a París, se instala allí y tras una visita a Holanda e Inglaterra, regresa a su patria, Estados Unidos, curado de sus males corporales, pero con el alma plena de recuerdos del viejo Continente. Estamos en 1806”.

Un autor en el que conjuga la aventura, la crónica acerca de la historia, leyendas y costumbres de la gente y los lugares que visita; y, que a aquellos para quienes sus obras resulten poco conocidas, no deberían olvidar que entre otras, él fue el responsable de catapultar a las letras la leyenda del jinete sin cabeza. 

En efecto, entre viaje y viaje de los nombrados en el prólogo, dejaría escrita la La leyenda de Sleepy Hollow que más tarde el propio Tim Burton se encargaría de llevar al cine en el año 1999, de la mano de Johnny Depp, Christina Ricci  y Christopher Walken, este último en el papel del decapitado que siembra el terror por las viejas tierras del pasado.

Además de todo ello, el propio escritor norteamericano, si no la culpa, tuvo una estrecha relación con aquella España de principios del siglo XIX, de la cual algunos escritores románticos ya se habían encargado de idealizar en la visión de bandoleros, gitanos, viejas leyendas, hitos, costumbres, o simplemente rescatar de la abulia el paisaje dormido.

En el año 1825 Alejo Everett, ministro de Estados Unidos en Madrid, le invita a España y nuestro escritor acepta la invitación, de por sí atraído por los caminos del país, de todo lo cual dejará escrito en obras como Crónica de la conquista de Granada, Crónicas moriscas: Leyendas de la conquista de España, Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón o finalmente, la que ocupa los recuerdos del libro cuyas páginas recién abrí.

En efecto, Leyendas de la Alhambra recoge el conjunto de leyendas e historias en torno a la Alhambra de Granada, una fortaleza de origen musulmán que al mismo tiempo es uno de los iconos de la ciudad homónima en la que otras figuras como Manuel de Falla, Federico García Lorca o Enrique Morente tienen tanto que ver.

Como preludio de esta obra, Washington Irving ya había llegado a España y recorrido tierras andaluzas que le llevaron a Granada, donde la belleza indiscutible de la Alhambra le deslumbró tanto que terminó residiendo en ella, recorriendo los viejos pasajes y el tenor literal de las murallas. Tiempo durante el cual conoció a variados personajes que finalmente le contaron cuentos, leyendas y acontecimientos del pasado en torno a aquella fortaleza.

El resultado de todo ello está en las Leyendas de la Alhambra, donde resuenan tesoros ocultos, amores prohibidos, el recuerdo de Boabdil, un astrólogo árabe, o un laúd capaz de curar la melancolía. Viejas historias que en las que se entremezclan los avatares presentes del propio Irving mientras recorre la fortaleza y el resto de rincones de la ciudad. 

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