La utilidad del error

Paco_Sanchez_Mugica.jpg.200x200_q100_box-190,0,950,760_crop_detail

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

10466971_1099889666702423_5512737677916905799_o.jpg
10466971_1099889666702423_5512737677916905799_o.jpg

Así pues, equivocarse es la norma. Es un asunto de probabilidades, a más intentos, más posibilidades de conseguirlo hasta el punto de que un éxito está hecho a base de fracasos.

Si no te equivocas de vez en cuando,
es que no estás aprovechando
todas las oportunidades.

Woody Allen

Si observamos la naturaleza podemos ver que cualquier evento se produce después de multitud de posibilidades para que al menos en una ocasión se consiga el objetivo prefijado. Un árbol centenario, por ejemplo, lanza cientos de miles de semillas para que algunas quizás lleguen a ser un árbol adulto. Igualmente millones de espermatozoides luchan entre ellos para que uno sólo fecunde el óvulo. También sabemos que los depredadores alcanzan a su presa después de un determinado número de intentos.

Hay una dinámica de muchas posibilidades para que una pueda ser la buena. Se trata de insistir una y otra vez para en algún momento conseguir el objetivo cambiando la estrategia las veces que sea necesario. Esto se puede ver como demasiados errores y fracasos. Sin embargo si miramos las cosas como un proceso que está en movimiento, entonces lo que hay en realidad es una gran generosidad y abundancia de posibilidades y por supuesto, la necesaria capacidad de insistir hasta conseguirlo.

Esta idea es sencilla y clara y cualquier persona la puede comprender y aceptar. Sin embargo vivimos en una sociedad que sobrevalora el éxito, el no equivocarse nunca, el conseguir por todos los medios ser el primero y el mejor. Esto contrasta fuertemente con este planteamiento de asumir los errores. Por tanto este discurso triunfalista a cerca del éxito se acaba convirtiendo en una dinámica voraz que puede conseguir más frustración que logros, un -listón- demasiado alto y alejado de la realidad que introduce el significado de que equivocarse denota incompetencia.

Aceptar este punto de vista nos descarga de la presión que nos imponemos a nosotros mismos de hacer las cosas de manera perfecta, de -acertar a la primera- e intentar de esta forma el sentirnos fuertes, aceptados y reconocidos por los demás.

Se cuenta de Tomas Edison, el inventor de la lámpara incandescente, que alguien le dijo que había tenido cientos de fracasos antes de dar con la formula correcta de su lámpara. Su respuesta fue que no había tenido ni un solo  fracaso, pues todos esos cientos de intentos habían sido cientos de formas en las que no se hace una lámpara. ¿La semilla que nunca llegó a ser un árbol, es un error del árbol…? Además si esta semilla no crece la aprovecharan los animales o se quedará en la tierra, así que siempre tendrá una utilidad. Por tanto el montón de errores que cometemos es el soporte de la consecución del acierto.

Las emociones están siempre detrás de todos estos movimientos. Nuestra autoestima no debería estar secuestrada y depender de la brillantez de nuestros logros y en general de nuestro éxito y posición social. La clave está en el significado que demos a los errores y como los integramos en el contexto de nuestra vida. Si sentimos la sensación de fracaso porque algo no nos sale bien, automáticamente nuestra mente empieza a generar pensamientos del tipo: “No puedo, no valgo, no sirvo, para qué intentarlo” esto a su vez desencadenará otras emociones de culpabilidad, autorreproche... de manera que abandonamos el reto y así no se llega al final del proceso. Es necesario ver estos errores como una parte de este proceso y darles otro significado.

En una actitud valiente delante de nuestros deslices veremos que se trata de equivocarse mucho, y considerar estos tropezones como una parte del juego en una dinámica de aprendizaje. Incluso si queremos reflexionar y sacarle partido a todo esto podemos preguntarnos: ¿Cuál ha sido mi error más considerable? o ¿cuál mi mejor fracaso…? De esta manera relativizamos estos fallos, le damos otro significado en otro contexto de pensamiento.

Así pues, equivocarse es la norma. Es un asunto de probabilidades, a más intentos, más posibilidades de conseguirlo hasta el punto de que un éxito está hecho a base de fracasos. Incluso si no hay ninguna forma  objetiva de conseguir lo que te propones hay que saber retirarse sin daños mayores para tu estima  y aceptar  que a veces somos como la semilla que se no se convierte en árbol, ni tampoco la aprovechan los animales y su función consiste en volver a la tierra  y servir para que se forje otra oportunidad. 

Juan Bautista Pino Pérez es psicólogo. Contacto: retavision@gmail.com

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído