La sonrisa de un hijo de buena estirpe

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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Este domingo presencié con una contradictoria mezcla de indiferencia y estupefacción la firma del acuerdo de investidura entre el Partido Popular y Ciudadanos. Indiferencia porque esperaba desde hace semanas –y meses- esa predecible foto y estupefacción al ver la sonrisa de oreja a oreja del irreductible Mariano Rajoy. Al observarle vino a mí aquella famosa cita que escribió en El Faro de Vigo, la que hacía referencia a los hijos de buena estirpe.

“Uno de los tópicos más en boga en el momento actual en que el modelo socialista ha sido votado mayoritariamente en nuestra patria es el que predica la igualdad humana. En nombre de la igualdad humana se aprueban cualesquiera normas y sobre las más diversas materias: incompatibilidades, fijación de horarios rígidos, impuestos –cada vez mayores y más progresivos- igualdad de retribuciones [...] Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de “buena estirpe”, superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas “Leyes” nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación”.

Mariano Rajoy en El Faro de Vigo, 4 de marzo de 1983

Una columna de opinión en la que se muestra al Rajoy más claro y sincero, en consonancia con las políticas elaboradas por el Partido Popular durante sus años de gobierno. Pero el pasado, pasado es, como quien dice. Y es que a estas alturas de la película todo le sale bien. En lo que se puede llamar un ejercicio de buenismo electoral, Don Mariano ha aparentado ser el abuelito que todo lo hace con buena intención y del que todos se quejan. Hasta ahora, porque el tiempo (de la vieja y rancia política) le dio la razón.  A él mismo, elegido para salvaguardar España de la miseria social en la que se encuentra y de la que es responsable, se le confía el pacto elaborado entre su partido y Ciudadanos con “150 compromisos para mejorar España”. El aumento del gasto en Sanidad y Dependencia –tras cuatro años en los que el Partido Popular ha liquidado más de dos tercios del fondo de reserva de las pensiones-, el pacto de estado por la Educación –tras la desastrosa LOMCE-, la lucha contra la corrupción –tras la imputación del Partido Popular- y la persecución del fraude fiscal –tras la fuga de capitales a paraísos fiscales por sus propios dirigentes- se presentan como las medidas estrella de este nuevo intento de investidura y formación de gobierno.

¡Sí, ya, pero qué sonrisa! Cualquier ciudadano que no estuviera al tanto de la actualidad política –que no nos extrañe con la que está cayendo- hubiera dicho: ¡Ya hay gobierno! Pero no lo hay, y si lo hubiera... ¡Qué gobierno! En el remoto caso de que el Partido Popular encontrara en estos días los seis apoyos que le faltan para la mayoría absoluta –PP, Ciudadanos y Coalición Canaria hacen 170-, otra dura aventura se les presentaría: el día a día de un gobierno débil y en minoría. Sin embargo, a Don Mariano no le importa y sigue sonriendo, o riendo, que no es cosa menor, como él mismo diría. ¡Cómo no se iba a reír! Si no sale investido y no hay alternativa, a chupar del bote hasta Navidad. Y sin dar explicaciones. “A mí que me quiten lo bailao”, que dirá para sus adentros. Y si hay terceras, que venga Dios y lo vea. Los hijos de buena estirpe sonríen, ríen y vuelven a sonreír. El orden social está garantizado. Que alguien nos salve de esta pesadilla, por favor.

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