La primavera ‘palcotera’ ya llegó

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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Recuerden que los palcos sólo lo disfrutan unos pocos: los que pueden. Los demás, cofrades o no, nos los comemos con papas.

Si vives o quieres hacer vida en el centro de Jerez durante estas fechas, ya sabes: recuerda que la primavera ‘palcotera’ ya llegó. Y con ella, la laberíntica búsqueda de una salida entre tanto palco. Más de dos meses de inconvenientes para el disfrute de unos pocos privilegiados que previo pago del derecho de asiento –como si nuestras calles fueran el palco VIP de un campo de fútbol- ocupan la vía pública con ánimo de lucro (la instalación también corre a nuestra cuenta). Pero la primavera ‘palcotera’ en realidad ya llegó con mal gusto y esperpento en carnaval. Bueno, ¡qué digo yo!, casi en navidades. El primer mes del año ya no es conocido en Jerez como el de “la cuesta de enero” sino como el de “ya dentro de poco están poniendo los palcos”.

Bromas a parte, hace un año desde el área de Medio Ambiente y Ecología de Izquierda Unida Jerez propusimos la búsqueda de una solución a la retirada de los contenedores de reciclaje en el centro de la ciudad ante la celebración de la Semana Santa. No es de recibo que cada primavera los vecinos del centro de la quinta ciudad de Andalucía no puedan reciclar en algunos casos durante varias semanas. La respuesta del gobierno local fue de risa: con los palcos y con la celebración de la Semana Santa es imposible llevar a cabo la recogida de basuras como en otras épocas del año. Sigo desconociendo sus motivos. Así es como antepone el Ayuntamiento de Jerez el uso con ánimo de lucro de la vía pública a los criterios de sostenibilidad ambiental, entre otros tantos.

Pero, como todos sabemos, no es sólo el reciclaje. A los inconvenientes que tienen los vecinos y visitantes del centro para caminar se le suma también el corte de varias calles –Honda y Larga-, la modificación de líneas de autobuses durante casi un mes –este año desde hoy hasta el 18 de abril-, o el continuo e improvisado chorreo de ensayos cofrades más frecuentes en estas fechas pero existentes a lo largo de todo el año.

Otro capítulo a parte merece precisamente la utilización de la vía pública sin previo aviso a las autoridades civiles. Seguramente esta forma de proceder sea heredera de otro tiempo, aquel que se fraguó cuando el nacionalcatolicismo tomó el poder y con él las calles. O tal vez no: a través del amigo Paco Sempere me llega una noticia del ABC del 16 de febrero de 1972 con el título de Inquietud entre las cofradías jerezanas; el Ayuntamiento no autoriza la instalación de palcos en Semana Santa. El consistorio de aquella época final del franquismo alegaba motivos de seguridad frente a la instalación de los palcos en el recorrido por el que se hacía en ese tiempo. Se pregunta el compañero Paco: ¿Acusarían también de anticlerical al gobierno local franquista de Cantos Ropero por cuestionar el recorrido o la instalación de los palcos como acusan en la actualidad a los que exigimos que la calle es de todos los jerezanos? Hay sobrados motivos de seguridad y de civismo también hoy para exigir un debate amplio sobre esta cuestión. Por ejemplo, ¿por qué las clases humildes y populares de Jerez no pueden disfrutar de la Semana Santa de la misma forma que aquellos que sí pueden pagar un palco?

Sólo queremos que nuestra ciudad haga vida como otra cualquiera y que se mire por el bien común sin preferencias a ningún lobby. No es de recibo cómo muchos jerezanos (y turistas, por cierto) tienen que soportar estas tribunas durante un par de meses, y que por ellas dejen de garantizarse servicios básicos para una localidad que debe aspirar a ser una ciudad del siglo XXI. ¿No podemos buscar una vía de consenso entre todos los jerezanos? Recuerden que los palcos sólo lo disfrutan unos pocos: los que pueden. Los demás, cofrades o no, nos los comemos con papas. Es una cuestión de clase y condicionamiento social, de laicismo y de invasión de la vía pública que encima va mucho más allá de los días de celebración de la Semana Santa. Una ciudad no puede funcionar así.

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