Bosquet y Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, en un desayuno informativo de Europa Press.
Bosquet y Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol, en un desayuno informativo de Europa Press.

Aunque los Verdes Europeos y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) cifran en 90.000 millones de euros el dinero que le cuesta a los españoles la corrupción, unos 1900 euros por cada habitante, y está demostrado por los juzgados que los corruptos en España han sido mayoritariamente de guante blanco, la presidenta del Parlamento Andaluz, Marta Bosquet, ha defendido sueldos más altos para consejeros y altos cargos, lo que “impediría que se produjeran casos de corrupción”.

Una afirmación sin ningún tipo de rigor científico que esconde detrás una evidente aporofobia, asociando el delito a personas sin un gran sueldo y un comportamiento ejemplar a los que gocen de ceros al final de su cuenta corriente. Es decir, los ricos son buenos y los pobres son malos. Delinquir no es ya una cuestión moral o educacional o del entorno, sino que va asociado al estrato socioeconómico.

Pese a que en España son los pobres y las clases medias los que han sufrido las consecuencias de la crisis que se originó fundamentalmente con la actuación fraudulenta de bancos, políticos, lobbies y especuladores, la receta que propone la presidenta de la cámara es subir los sueldos de asesores y altos cargos. Pese a que el sueldo de un alto cargo en Andalucía supera los 3000 euros y eso dobla un sueldo medio andaluz (1469 euros), sin contar pluses ni dietas asociados, a Marta Bosquet le parece que subir más aún esos sueldos sería una solución contra la corrupción, porque si tienes menos dinero en tu cuenta corriente, robarás más.

Clasismo en estado puro que no sorprende ni escandaliza, pese a que provenga de una figura de su responsabilidad pública, debido al clima de continuos exabruptos que vivimos en la política moderna, con personajes como Trump, Bolsonaro o Casado a la cabeza. Si bien es cierto que entra dentro de la ideología del partido favorito del Ibex 35 (Bosquet no ha hecho más que repetir lo que dijo su líder en la comunidad, Juan Marín), se podría esperar un poco más de sensibilidad en la presidenta del Parlamento de una comunidad que ha sumado 500.000 pobres más en tan solo una década.

Pero las continuas salidas de tono de Vox le hacen el juego, desvían el foco mediático y contribuye a la normalizar que, desde las instituciones, se promueva que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres, además de salvaguardar a unos pocos y señalar a los pobres. La inercia de una economía española que se entregó a la desigualdad por el módico precio de hondear una bandera.

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