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Unos paneles carcomidos por el paso del tiempo y la fuerza de los elementos anuncian, aún hoy, la construcción de la Ciudad del Flamenco en la plaza Belén.

Me avergüenzo de los gobernantes que tenemos y hemos tenido. Siento un profundo rubor por el trato que le han dado al centro histórico y a la fuente de riqueza que representa. Su indolencia, falta de interés y nulo compromiso jamás serán olvidados.

Unos paneles carcomidos por el paso del tiempo y la fuerza de los elementos anuncian, aún hoy, la construcción de la Ciudad del Flamenco en la plaza Belén. Ahí siguen, anclados al suelo, indicando presupuestos, plazos de ejecución y la empresa que iba a realizar los trabajos.

Una valla azul metálica protege aparentemente ese solar en el que crecen indiscriminadamente hierbas, basuras, ratas, pulgas y gatos. Es nuestro peculiar muro de la vergüenza, que trata inútilmente de ocultar el entramado de calles arrasado por un proyecto que desde un primer momento se sabía inviable e imposible de realizar. La puntilla del centro histórico murió matando, aniquilando a toda una zona por un coste de 15 millones de euros que ni se ven ni se aprecian. Como una oda a la ineptitud y la incompetencia se levanta en un solar anexo el prototipo de lo que iba a ser la fachada de esta obra que un día se convirtió en el capricho de un alcalde endiosado, una locura que siguieron las dos alcaldesas sucesivas mientras el barrio moría, pasto de la especulación y el abandono, enfermedades estas que se han tornado crónicas y muy difíciles de erradicar.

La plaza Belén había tenido un pasado oscuro, con una cárcel y un exterior donde la Mano Negra hizo de las suyas siglos atrás. Quizá en la actualidad esté penando esa actitud, tal vez se haya convertido en un Sísifo de la modernidad, condenada por siempre a llegar casi a su recuperación y a ver cómo todo se desmoronaba cuando parecía que estaba todo arreglado.

Puede que muchos conozcáis a Sísifo porque hace unos años una empresa de bebidas revitalizantes, de esas que te tomas tres seguidas y te puede dar un infarto, usó su mito como reclamo publicitario, pero no es de los más conocidos, desde luego. Sísifo, uno de los hijos de Eolo y posible padre de Odiseo, o sea, el Ulises de la guerra de Troya, fue el primer rey de una zona que luego sería conocida como Corinto, zona famosa hoy por su impresionante canal, que une el golfo de Corinto con el Mar Egeo. Con una ambición terrible, Sísifo se valía de cualquier artimaña para ampliar su fortuna, desde robar hasta asesinar a los viajeros que llegaban a sus dominios.

Podemos decir que era un timador y de los buenos. Llegó incluso a engañar a Tánatos, la propia muerte, y al Dios del Inframundo, al propio Hades, llegando a alcanzar una inmortalidad que le iba a salir muy cara. Como castigo a todas sus fechorías Sísifo fue condenado a hacer rodar una piedra gigantesca sobre la enorme ladera de una montaña del reino subterráneo  pero, cada vez que estaba a punto de llegar a la cima, la piedra se escurría, rodaba montaña abajo y el condenado debía volver a empezar con el proceso. Y así una y otra vez por toda la eternidad.

¿Cuántas veces se han anunciado actuaciones para la plaza Belén? ¿En cuántas ocasiones se ha intervenido? Esta semana se ha anunciado que las obras de urbanización de la plaza han salido a licitación pública por un precio cercano al millón y medio de euros. La experiencia, esa vieja amargada, se empeña en hacernos ver que no nos debemos creer nada hasta que no se vean máquinas y operarios sobre el terreno. Lo que es evidente es que esa plaza no puede seguir dividiendo todo un barrio y exportando una imagen penosa de nuestra ciudad hacia el exterior. Igualmente evidente es que lo que se haga va a necesitar vigilancia y control para que no se convierta en una inversión perdida al poco de haberse realizado, así como también es asumible que con una actuación puntual no se puede arreglar una zona tan deteriorada como el centro histórico, aunque sí se puede convertir en un punto de inflexión que empuje hacia la recuperación de forma progresiva.

Como Sísifo con su piedra, la plaza Belén parece posicionarse nuevamente cerca de su solución, pero sólo el tiempo y las decisiones políticas podrán dilucidar si al fin algún síntoma de recuperación le ha llegado a la zona o si nuevamente las mentiras harán que la piedra vuelva a resbalar y a tener que empezar de nuevo con este castigo inmisericorde e incomprensible. Esperemos de corazón que esta vez sea la buena. Ojalá.

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