Reflexionen, recuerden, añoren… el resto de cuestiones mundanas, hoy carecen de sentido. Lo importante somos nosotros y quienes nos acompañaron un tiempo “en este valle de lágrimas”.
Un año más dejaremos que los recuerdos invadan nuestro pensamiento. Volveremos atrás en el tiempo, quién sabe si en busca de aires mejores, tratando de sentir de nuevo emociones olvidadas… arrumbadas en un oscuro y polvoriento rincón de la memoria.
Son muchos los que quedaron por el camino… y conforme envejecemos, observaremos como esa balanza poco a poco va cambiando de posición, a medida que tengamos menos personas compartiendo este viaje vital que a veces se nos muestra injusto y lóbrego.
Llega siempre esta caprichosa frontera entre octubre y noviembre con formas ambiguas y paradójicas que van desde la burla, el disfraz y la diversión de una ya adoptada Noche de Halloween, hasta el día de hoy, Día de Difuntos, donde echamos de menos a los que ya no están, lloramos a los que extrañamos y rogamos para que, donde quiera que estén, sean felices o hayan encontrado paz. Algunos con el firme convencimiento que da la fe y la esperanza de reencontrarse una vez que se haya traspasado el umbral de lo terrenal, de lo finito, de lo caduco…
Otros, los que no creen en un cielo, Más Allá, o dimensión extracorpórea alternativa, desean en su fuero interno equivocarse y que realmente haya una posibilidad, aun remota, de poder decir lo que no se pudo decir en su momento al que se marchó de forma prematura.
Se ocultan nuestros anhelos tras ramos de flores de colores vivos que honran la muerte, a sabiendas de que se marchitarán al cabo de unos días, y rara es la vez en que se renovarán los votos con nuevas flores… al menos hasta dentro de un año. Lo humano y lo divino se mezclan en un curioso crisol de idas y venidas por las calles poco transitadas de los camposantos, donde el silencio reina y donde los visitantes sienten (o desean sentir) una pretendida paz que apacigüe el alma.
Hoy no hay Cataluña, Puigdemones, Gúrteles y Rajoys. Hoy no hay paro, ni miseria, ni secesionismo de laboratorio… hoy solo hay recuerdo, un recuerdo envuelto en celofán que pretende reducir el dolor de la pérdida, a la vez que se potencia la esperanza.
Reflexionen, recuerden, añoren… el resto de cuestiones mundanas, hoy carecen de sentido. Lo importante somos nosotros y quienes nos acompañaron un tiempo “en este valle de lágrimas”.
Mañana será otro día… ya se encargarán los informativos de ello.
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