Pedro Sánchez paseando por Logroño de campaña electoral.
Pedro Sánchez paseando por Logroño de campaña electoral.
En los últimos estertores de esta interrupta y, sin embargo, profusa campaña electoral, casi todo gira en torno a los debates y sus posibles influencias, gracias a un desliz impropio del candidato del PSOE y de su estrategia electoral. En las semanas anteriores se podía escuchar, siempre dentro del ruído de campaña, propuestas de mayor o menor entidad donde se ponía el énfasis en las respuestas a las necesidades de la gente, sobre todo por parte de las fuerzas progresistas, alarmadas con razón por los resultados de las elecciones andaluzas. El frente españolista de derechas se encargaba de ir tejiendo un conjunto de propuestas que les había dado resultado en la estrategia anterior, pero su propia ambición y cortedad de miras no les permitía ir más allá del discurso viejuno del desprecio ante el peligro puesto de manifiesto en pocos meses, de un gobierno posible y necesario basado en la colaboración entre fuerzas progresistas. Este elemento es clave en este momento, al contrario de como ocurrió en las elecciones andaluzas, la cooperación entre fuerzas progresistas es posible, como se pudo comprobar en la moción de censura. La gente sabe que ha sido una realidad y que durante los nueve meses de gobierno de Pedro Sánchez, con dudas, con errores, con incoherencias y con contradicciones, se ha puesto de manifiesto que otras políticas son posibles. Considero que al gobierno de Pedro Sánchez le ha faltado tiempo y, sobre todo, apoyos fiables en el proceso que empezó el verano pasado para continuar un cierto tiempo donde consolidar esas perspectivas, pero también le ha faltado la valentía de ver con altura de miras suficiente para salvar el obstáculo de unos apoyos trufados de chantaje que le llegaban desde el sector independentista. Probablemente no tenía mucho margen y por eso en una maniobra orquestada desde la cara oculta de la luna socialista decidieron no aguantar más y hacer saltar por los aires todo lo que estaba previsto (elecciones autonómicas, europeas y locales) y poner la proa en unas elecciones generales, que le diera mucho más margen que el actual. Legítimo sin duda, pero partidista por encima de los intereses generales también. La gente, ese conjunto de personas que son al final los que reciben el resultado de las políticas, quizá no haya visto la necesidad de ese adelanto, sobre todo, cuando quedaban asuntos en la carpeta de gobierno de mucho calado, la derogación de la reforma laboral, el pacto educativo de una vez por todas, una verdadera política justa de migraciones, las inaplazables decisiones sobre el cambio climático y sus consecuencias así como la puesta en marcha de un cambio radical en el modelo productivo que atajara de manera eficiente la crisis que aún persiste y que ha supuesto la situación más desigual de la historia en los últimos 30 años, la puesta en marcha de manera contundente de la lucha contra la violencia machista y las políticas necesarias sobre la igualdad de género que tan amenazadas están desde la barbarie machista más extrema hasta las posiciones más liberales, la fundamental implicación en la consolidación del sistema publico de pensiones, en definitiva en hacer más visibles los cambios que son necesarios y posibles. Se impuso el interés propio frente al general. En el momento actual y según parece por las encuestas (miedo me dan por su permanente falta de acierto) la maniobra del PSOE parece haber dado resultado en la línea de profundizar en un gobierno progresista, pero aunque los medios digan lo contrario el riesgo del 28 de abril, se llama suma de PSOE y Ciudadanos. Estos últimos no tienen escrúpulos ninguno y aunque digan que no gobernarán con Pedro Sánchez, como ya dijeron que no lo harían con Susana Díaz en Andalucía, a sabiendas de que el problema andaluz era la propia Susana, ahora saben que el problema no es Pedro Sánchez; por ejemplo, sus propuestas al respecto de los asuntos laborales son muy similares a las posiciones económicas de Ciudadanos, ya se ha encargado Pedro Saura de decirlo, en declaraciones a El Confidencial “No cambiaremos la reforma laboral sin consenso con la patronal”, y esto es hablar de “las cosas de comer”. La tibieza en asuntos como la educación pública por parte del gobierno en funciones es un caldo de cultivo perfecto para un pacto educativo al uso más moderno. Todo es negociable y esa cara oculta del socialismo patrio estaría encantada con un acuerdo con gente que pueden ser más “razonables” que las jaurías de las izquierdas que tienen el mal gusto de querer más libertad, más equidad y más justicia. La gente tibia y suave como “un osito de peluche”, aunque en algunos momentos les haya salido el berraco que tienen dentro, son más peligrosas que los que gritan de modo desenfrenado y sin oscurantismos. En su momento el PP cumplió esa misión, a las pruebas me remito, acuérdense del pacto del artículo 135 de la Constitución, pero hoy después del afloramiento de la extrema derecha con voz propia, la cuestión está decantada. Ante todo esto hay ejemplos donde mirarse tanto dentro como fuera. En un gesto que le honró en su momento, Pedro Sánchez se entrevistó con el jefe del gobierno portugués, el socialista António Costa como ejemplo de un cambio real en las políticas de austeridad que se instalaron en la Unión Europea y todo ello desde la cooperación de partidos de la izquierda portuguesa, algunos tan tradicionalmente enfrentados como el Partido Comunista Portugués. Ahora y en un artículo publicado por El País recientemente se decía “Portugal se ha convertido en un referente mundial en mejora educativa y pedagogías innovadoras”. Nos produce una sana envidia. Pero tampoco hay que olvidar, sobre todo por la cercanía, los logros conseguidos por el gobierno valenciano del llamado pacto del Botánico, un gobierno a la par entre el PSPV y Compromìs con el apoyo externo de Podemos. La reversión de los hospitales privados al sistema público, el incremento brutal de las ayudas sociales, la transparencia tras el saqueo del gobierno valenciano a manos del PP, el cambio que se observa de manera inicial en la sociedad valenciana, la recuperación de una televisión pública plural y otras muchas medidas de equidad social que han convertido a ese gobierno en el paradigma del cambio posible y necesario. La pelota, seguramente, estará en el tejado socialista. Pero también debe estar en los grupos de la izquierda federal y democrática, es necesario el máximo esfuerzo por parte de todos y todas en no defraudar a la gente corriente, a esa inmensa mayoría, en palabras de Ignacio Urquizu, que es mujer, que cobra en torno a 900 € y que se desenvuelve como puede en las empresas del sector servicios y que lucha todos los días por llegar a final de mes.

José Antonio Jiménez Ramos es miembro de Iniciativa del Pueblo Andaluz.

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