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“Ha sido derruido uno de los torreones de la antigua Puerta Nueva, en calle Porvera, pieza de gran valor histórico... Este torreón, así como el resto del recinto murado de la ciudad, está declarado Monumento Histórico Artístico Nacional...” No se alarmen. La información anterior apareció publicada en el diario La Voz del Sur el día 26 de julio de 1964. La demolición del torreón, en cuyo solar se pretendía levantar un bloque de pisos, formaba parte de un plan urbanístico que pretendía hacer de Jerez una ciudad "moderna", aun a costa de borrar para siempre las huellas más destacadas de nuestro pasado medieval. Total, al fin y al cabo fue obra de moros, dirían algunos. Pero la noticia, publicada en primera página, no cayó en saco roto, sino que sirvió para que se movilizaran algunos ciudadanos influyentes y preocupados por nuestro patrimonio histórico. Las protestas arreciaron y, finalmente, gracias sobre todo -según informaba el periódico dos días más tarde- a la actuación decidida de don Manuel Esteve Guerrero, director de la Biblioteca Municipal y del Museo Arqueológico, y de don Fernando de la Cuadra, arquitecto municipal, las obras se paralizaron (afortunadamente en aquel entonces las demoliciones eran lentas, ya que se hacían a mano, con pico y maza), y el torreón, que perdió las almenas, pudo ser en gran parte reconstruido.

En tiempos del franquismo hubo otros proyectos para "modernizar" nuestro casco histórico, como el del "Gran Jerez", cuya medida estrella era la construcción de una Gran Vía (¡como en Madrid!), que iría desde la plaza de la Asunción hasta la Merced, arrasando gran parte del trazado medieval. O el ensanche de las calles del centro a costa de ir tirando las casas antiguas y levantar las nuevas retrasando la línea de fachada (este plan se puso parcialmente en marcha, como puede verse en calles Arcos y Medina). Otro proyecto fue el que presentó una inmobiliaria, cuyo gerente pertenecía a a una conocida familia jerezana, que a cambio de regalar a la ciudad "unos jardines infantiles" solicitaba autorización para levantar una gran torre en la Alameda Vieja -junto al alcázar-"con lo que se conseguiría dar a Jerez una entrada más moderna de gran prestancia, signo de modernidad y progresismo..." (La Voz del Sur, 1 de diciembre de 1964). El proyecto, que contaba con el apoyo del alcalde, fue rechazado, aunque años más tarde otra torre comenzaría a levantarse ¡dentro del mismísimo Alcázar!, obra que fue demolida -esta vez dinamitada- en los primeros años de nuestra democracia. Finalmente otro engendro parecido acabó levantándose junto a la ermita de Guía, y allí está como símbolo de una crisis que es mucho más que económica.

La destrucción del casco histórico parece que fue una de las obsesiones más recurrentes de nuestros dirigentes municipales a lo largo del siglo XX. Pero lo que no consiguieron los alcaldes franquistas lo están logrando hoy las autoridades democráticas sin necesidad de recurrir a ningún plan premeditado. Ha bastado con perpetrar algunas actuaciones de lo más desacertadas -ocasión habrá para comentarlas de forma pormenorizada-, y dejar que el casco histórico se vaya desmoronando poco a poco, en una muerte lenta e implacable, por desidia y abandono, la más cruel de todas las maneras de morirse. Ni el vergonzoso estado de gran parte de nuestro casco histórico -para comprobarlo basta darse una vueltecita por la calle Justicia o por la plaza Belén-, ni las noticias que se publican sobre el tema, ni las protestas de algunos vecinos residentes movilizan hoy de manera decidida, en defensa de nuestro patrimonio histórico, a la mayor pàrte de la ciudadanía -que vive ajena a esta clase de asuntos-, ni a las "fuerzas vivas" de la cultura jerezana -¿o acaso están muertas?-, ni a quienes por su cargo en las instituciones municipales pudieran ejercer alguna presión o influencia sobre quienes han sido elegidos para ocuparse y solucionar los problemas de la ciudad. Ocupar un cargo de relevancia en la administración municipal -y no me refiero a los cargos políticos- conlleva un plus de responsabilidad -no solo en los salarios- que muchos, me parece, no están asumiendo.

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