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El fin de la humanidad tiene nombre en Siria: Saydnaya. A la situación de un país que arrastra seis años de guerra se le suma la tortura, el dolor y la muerte protagonizada por el mismo tipo de perfiles. Manifestantes, periodistas, defensores de derechos humanos, personal de ayuda humanitaria, estudiantes… aquellos que presuntamente se mostraban opositores al Gobierno han pasado por este matadero humano. Las paredes de Saydnaya han ahogado las voces de entre 5.000 y 13.000 personas durante cinco años, han matado de hambre y han destrozado las ideas y pensamientos de sus internos. Y fuera, silencio. Las ejecuciones se han realizado a altas horas de la madrugada, cuando los gritos de dolor y sufrimiento no se escuchan, y cuando el eco de la injusticia solo se queda entre sus rejas.

Algunos reclusos que sobrevivieron o algunos que trabajaron en el lugar recuerdan cada momento, cada segundo que las manijas del reloj marcaban y les arrastraba a una muerte lenta. Mientras los juicios no alcanzaban los tres minutos, las torturas superaban las dos horas. Después del tormento y el dolor se acercaba su fin. Tras la mentira de ser trasladados a otra prisión de madrugada, les vendan los ojos y las llevan en camiones de reparto o microbuses al edificio blanco, en una de cuyas salas del sótano son ahorcadas. Aparentemente, el objetivo en esta prisión es humillar, degradar, deshumanizar y destruir cualquier atisbo de dignidad o esperanza.

“Como clavar un clavo una y otra vez sobre una roca” contaba Sameer, uno de los supervivientes de Saydnaya, describiendo una de las palizas. “Deseaba que me amputaran las piernas de una vez para que no siguieran golpeándolas”. Junto al dolor físico se ha unido el dolor psicológico. Obligar a violar a compañeros o someter a tortura con silencio, han desarrollado en los reclusos diversas enfermedades mentales, como la psicosis. Y cuando había llegado el fin, cuerpos trasladados en camiones a fosas comunes de Damasco o, para servir de lección a otros, abandonado junto a sus compañeros varios días, mientras se apiñaban y se turnaban para sentarse en el suelo de las abarrotadas celdas.

Amnistía Internacional ha recogido los testimonios de algunas de las personas que pasaron por este lugar infernal y exige a las autoridades sirias a que cesen inmediatamente las ejecuciones extrajudiciales y la tortura y los tratos inhumanos en la prisión militar de Saydnaya y en todos los demás centros de detención gestionados por el gobierno de Siria. Además, pide urgentemente una investigación independiente e imparcial sobre los crímenes cometidos en Saydnaya, prácticas que encajan en la definición de "exterminio" incluida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y que constituyen crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. El informe Matadero humano no recoge información posterior a diciembre de 2015, pero en Saydanaya siguen atrapados los gritos de miles de personas que siguen siendo trasladadas a día de hoy a esta prisión y fuera, no podemos quedarnos en silencio.

Artículo de Irene G. Dugo, activista del equipo de medios de comunicación de Amnistía Internacional Andalucía.

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