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Hace unos años en España, acudir a un museo y cruzarse con niños no era frecuente, sólo los guiris y los padres 'raros' lo hacían con normalidad. Hoy cada vez somos más los padres y los museos que piensan en los niños.

La colección de libros negros. Así la llamaba yo. Unos libros con los que descubrí cosas increíbles a los ojos de un niño. Descubrí sentada en la falda de mi padre que Picasso podía ser rosa o azul y que eso no tenía nada que ver con las niñas y los niños. Que Goya pintó luces y luego oscuridad. Que Velázquez era pintor del rey y por eso pintaba infantes e infantas. Y que algo tan cotidiano como que salga el sol puede impresionar y de qué manera. A veces, cuando nadie me veía (¡esos libros no podía tocarlos sola!) cogía el libro del pintor de nombre impronunciable y buscaba al Caballero de la mano en el pecho. Y me quedaba allí mirándolo a los ojos y llevándome la mano al pecho, como si El Greco me hubiese pintado a mí. No fue hasta muchos años después cuando lo tuve enfrente y lo miré a los ojos de verdad. Mis hijos, sin embargo, creo que lo conocieron antes “en persona” que en un libro.

Cuando hace ya años, visitando algún museo, me cruzaba con familias con niños pensaba en que yo haría lo mismo si algún día tenía hijos y la posibilidad. Un pensamiento que  también solía asaltarme era, “tan rubios, tan vestidos de otra manera, con una sillita tan moderna…estos no son de aquí”. Cuando años después he podido llevarlo a la práctica con los míos me he encontrado con que son muchos los niños que pueden verse disfrutando de los museos y que los de aquí seguimos sin ser tan rubios, salvo excepciones, pero llevamos sillitas igual de modernas y sobre todo, hemos adquirido la buena costumbre de viajar con niños y acercarlos a esa puerta a la cultura y al conocimiento que son los museos.

Además tenemos la suerte de que los museos han sabido adaptarse también a los nuevos tiempos. No hay más que buscar en sus programaciones para encontrar un montón de actividades pensadas y organizadas para el público infantil al que ya ven también como su público. Da igual sin son talleres puntuales con motivo de una exposición temporal o programaciones estables a las que puede unirse el público familiar. Lo importante es que ahora más que nunca a los niños se les tienen en cuenta y se les hace participes en esa función de los museos como agentes en la difusión de la cultura y como instituciones vivas.

Más allá de este cambio en los propios museos tiene que obrarse el milagro de que los padres queramos. Porque aunque parezcamos todos muy modernos y culturetas, todavía hay quien piensa que los museos no son un sitio para llevar a un niño y que el niño no va a saber comportarse porque se va a aburrir soberanemente. ¡Pero si un paseo por El Prado es además de muy emocionante una oportunidad para aprender mitología, historia, arte y hasta geografía! Y eso sin entrar en el ámbito de las emociones y sensaciones que nos provoca el arte. ¡Una aventura, se mire por donde se mire! La oferta es tan amplia que hay museos para todos los gustos y las posibilidades de vivir aventuras diferentes se multiplican.

Los precursores de los museos, allá por los siglos XVI-XVII, se llamaban Gabinetes de Curiosidades. Curiosidad e infancia son inseparables por eso es quizás el mejor momento para que adquieran el gusto y el respeto por los museos. No hay que forzar las cosas pero tampoco dar por supuesto que a los niños este tipo de experiencias no les van a gustar. De hecho, si tengo que hablar desde lo que llevo vivido como madre, os diría que sorpresas te da la vida y una exposición a priori 'dura' incluso para un adulto a ellos les puede parecer la experiencia de su vida. ¡Qué yo salí trastornada y hundida de una exposición de Louise Bourgeois y Pablo con un subidón y haciendo cábalas sobre lo que doña Louise quería decir con sus jaulas!

Como a los propios adultos, habrá museos que le gusten más y otros menos, cuadros que les emocionen y cuadros que les dejen indiferentes, exposiciones de las que tengan un recuerdo y otras que olviden…Y serán experiencias únicas porque además cada uno las vivimos de diferente manera. Pero que tengan la experiencia y que vayan adquiriendo un bagaje, vayan dando forma a sus gustos y preferencias, vayan teniendo criterio.

Se agradece que los museos ahora piensen más en los pequeños. Diría que es hasta abrumadora la cantidad de propuestas. Ya no hay exposición importante que no incluya actividades para niños (la exposición de El Bosco en El Prado, por ejemplo) o un espacio habilitado para que ellos puedan experimentar con su arte (muy común en las exposiciones de Caixaforum). Y no hablo sólo de ciudades con museos referentes como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao o Málaga. En Jerez hay que agradecer al Museo Arqueológico sus talleres de verano, cada año más y mejores.

Aprovechemos este buen momento para acercar los niños a los museos. Y sobre todo 'aprovechémonos' de ellos. Porque ellos responden. Y porque hay experiencias a las que uno se rinde con 9 o con 40 años. Probad con una exposición de escultura hiperrealista. Probad con un paseo dentro de una escultura de Richard Serra. Probad delante del Guernica. Probad mirando el fusilamiento de Torrijos de la mano de tu hija que ya sabe mejor que tú quienes eran los liberales. En la Tate Modern o en el Museo de Costumbres Populares del pueblo en el que parasteis a desayunar un día que ibais a hacer una ruta de senderismo. Pero no dejéis de probar. 

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