Jarrillos de lata esmaltados.
Jarrillos de lata esmaltados.

"Tolón, tolón" suena el cencerro del berrendo en colorao, o "tolín, tolín" la campana del macho florido sevillano, en su devenir cerro arriba, cerro abajo, buque insignia de la ganadería extensiva mantenedora del territorio rural. Defendámosla, se lo merece, la manera, “de la granja a la mesa” del Pacto Verde Europeo.

Un jarrillo de lata, sorprendente ligereza de peso, con un lazo en el asidero, permitía la identificación inequívoca del usuario, preventivo de contagio de enfermedades, y dotándole de un cierto ambiente de ruralidad, casi en forma de excursión. Sigue habiendo lugares que lo tienen como identidad, como en la plaza del Altozano de Sevilla hay un establecimiento que pone la Cruzcampo de barril, la de los muy cerveceros, helada en dicho recipiente, y ciertamente es una experiencia singular.

Color aluminio o rematado en blanco con ribete azul, condición de gran durabilidad, recuerdos de momentos vividos mientras colgaban del cuello sobre el pecho y de tantas mochilas, en espaldas de viajeros a través de tantos kilómetros de cañadas, caminos, veredas, cordeles y senderos.

Colacao o café por la mañana, con soniquete de cucharilla al aumentar la solubilidad de lo adicionado, recogida de agua en manantial o fuente para dar agua al sediento, té verde en agua hirviendo calentada en ascuas de chimenea, bizcocho casero mojado en leche para merendar, manzanilla o menta poleo de infusión para terminar el día. Un ejemplo de un recipiente versátil que incomprensiblemente ha caído en desuso "y mira que eres más apañao que un jarrillo de lata".

El diccionario de la RAE no contempla la palabra jarrillo, a pesar de que ese término me lo enseñó mi madre en una excursión en el Peñón de Zaframagón, Coripe, cuando estaba en tercero de EGB. En cambio, sí aparece jarro, con la significación que aprendí, y lo que está claro que es un jarro de agua fría la no contemplación de la común expresión jarrillo de lata. Por méritos la RAE ha de incluirlo como aceptó el reguetón.

Una vez recuerdo ver a una persona pidiendo limosna con un jarrillo, y al arrojar las monedas a modo de óbolo, el sonoro encuentro resultante provocaba la mirada de todos los peatones cercanos. Sociología a estudiar. En alguna fuente o manantial de los que antes se podían beber y cada vez son más escasos, los que tenían difícil accesibilidad al chorro, tenían un jarrillo amarrado con una tomiza de esparto a la rama del arbusto o árbol cercano. Y nadie se lo llevaba ni prestado.

Irrompible, incluso con tapa aguantan más el calor que el cristal, y se utiliza como medida a modo de cazo de ingredientes a la hora de elaborar nuestras comidas de hogar. En definitiva, en casa, apartamento, cabaña o tienda de campaña tengamos una colección de jarrillos de lata, sirven, animan, decoran y acompañan al menos tres veces al día nuestra saludable y deliciosa alimentación mediterránea con productos locales y ecológicos. Salud.

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Comentarios (1)

José Mª Hace 3 años
Un icono atemporal a quienes nos gusta el campo. Aún lo tengo y cuando lo veo por ahí me trae grandes recuerdos. Incluso los expertos en supervivencia, lo ponen entre lo más imprescindible.
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