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Me gustaría agradecer y mostrar mi apoyo a esa entidad que tanto aporta, un activo que el barrio no puede permitirse el lujo de perder nunca. 

Esta semana tengo aún más motivos para seguir con el tema del incivismo y la poca previsión, nula, del Ayuntamiento a la hora de organizar las Zambombas, porque aquí cada fin de semana supera al anterior en mierda, mierda y más mierda, como ya relaté en el artículo pasado. Y es que cuando se llama a las abejas para que acudan a la miel, hay que tener presente que la misma miel atrae a otros bichos de dudosa ralea, como las avispas o las moscas, que al final, y sin ningún mecanismo de defensa debidamente preparado, son los que verdaderamente se comen el dulce néctar, no sin antes haber destrozado la colmena entera. Verdaderamente hay motivos de sobra y los seguirá habiendo durante las próximas semanas, porque este desastre social da para mucho y no hay que ser ningún lumbrera para atisbar que la situación irá a peor en próximas ediciones navideñas o en cualquier evento en el que se congreguen miles de personas.

Sin embargo me parece oportuno abordar una cuestión que para el centro histórico y su revitalización es más importante de lo que aparenta, un asunto que parece haber pasado de puntillas por los medios de comunicación: la peña La Buena Gente y su futura, controlada y deseada expulsión de su actual sede de la Nave del Aceite, en plaza Belén. Entrar a valorar lo que ha supuesto para la zona la implantación de la peña y la dinamización que ha propiciado puede que sea repetir lo ya conocido, pero nunca está de más ponerlo en valor, analizarlo con la debida perspectiva y agradecerlo como es preceptivo. Es oportuno recordar que la Nave del Aceite, su rehabilitación y adaptación como futuro edificio de administración del proyecto fantasma de la Ciudad del Flamenco supusieron para la ciudad la friolera de 800.000 euros de inversión. Lo que ocurre es lo de siempre, que los políticos piensan con cualquier cosa menos con la cabeza: el edificio se abandonó a su suerte y fue pasto del vandalismo y el pillaje.

Y ese parecía ser su destino definitivo, hasta que a alguien se le ocurrió ceder el edificio en precario por un año a la peña flamenca La Buena Gente, una entidad que desde su fundación, hace ya 40 años, siempre ha mantenido una estrecha vinculación y un profundo arraigo con la collación de San Lucas. Muchos de vosotros no recordaréis que esto fue así, al igual que dentro de cinco o seis años nadie recordará el estado en el que estaba la plaza Belén hasta que se decidió hacer la obra que se está realizando en la actualidad. Hace tres años ya de esa cesión, tres años de cultura, de flamenco puro, de la confección de unos carteles de festivales que hacía décadas que no se veían por la ciudad que se proclama cuna del flamenco. Son tres años de la mejor caseta de la feria, del crecimiento en prestigio del concurso de saetas y su exaltación anual y de la que seguramente es la zambomba más esperada de la navidad jerezana.

Pero, sobre todo, han sido tres años de perfecta integración con el entorno, de aceptación por parte de los vecinos y de cohesión y vertebración con otras entidades del barrio, de cuya colaboración conjunta se realizan actividades que crecen en prestigio y afluencia cada año, como es el belén viviente de la plaza del Mercado, que este año se celebrará mañana, jueves, y al cual recomiendo encarecidamente vuestra asistencia y participación. En definitiva, la peña se ha convertido en un vecino imprescindible del barrio y en un agente absolutamente necesario en su regeneración.

Es evidente que no podemos hablar de desahucio cuando estamos con una cesión en precario de un edificio de propiedad municipal. Está claro que con la construcción, mirabile dictu!, del Museo Flamenco de Andalucía, ni los propios miembros de la peña verían como extraño su traslado a otro lugar, que en ningún caso debe situarse más allá de la línea de las antiguas murallas. Lo que apesta de todo esto es la celeridad e intencionalidad con la que se quiere expulsar a la Buena Gente de allí, máxime con las deslenguadas frases salidas de la boca del delegado de Cultura durante estos años al respecto. La Junta de Andalucía admite ya que las obras del Museo Flamenco no comenzarán, como muy pronto, hasta el año 2019, pero al Ayuntamiento parece haberle entrado la prisa por instalar en la Nave del Aceite el museo de Lola Flores, que a la postre será como un anexo al futuro gran Museo, cuando se haga.

Si utilizamos una balanza y pesamos la relación con el flamenco que tienen Lola Flores y la Buena Gente, la discusión y el debate no tendrían sentido. Pero es que si pesamos el atractivo que supone ese museo de Lola y lo que ya ha demostrado la peña, la cosa no está tan clara como algunos piensan. Que conste que no digo con esto que Lola Flores no merezca un museo —seguramente en San Miguel estaría su ubicación perfecta, sobre todo porque hay muchos vecinos de ese barrio que llevan años reclamando su implantación allí—, pero sí pongo en serias dudas que su museo en la Nave del Aceite sin el resto del Museo Flamenco suponga un elemento dinamizador mayor de lo que ya lo es la Buena Gente en la actualidad, y ya se sabe que más vale malo conocido que bueno por conocer.

Posiblemente estemos ante un problema de largo recorrido que a la postre estoy seguro de que va a destapar actitudes rastreras y mezquinas por parte de algunos miembros políticos de la ciudad. Dicen que el tiempo pone a cada uno es su sitio, que es justo lo que ha sucedido con la Buena Gente en estos tres años, para bien de todo el centro histórico de Jerez. A las puertas de una nueva Nochebuena, me gustaría reivindicar desde esta tribuna la labor de la peña y defender la permanencia en su sede actual en tanto en cuanto no se inicien, de verdad, las obras del Museo Flamenco de Andalucía. Y también me gustaría agradecer y mostrar mi apoyo a esa entidad que tanto aporta, un activo que el barrio no puede permitirse el lujo de perder nunca. Feliz Navidad, Buena Gente de Jerez.

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