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Todo el mundo coincide: una y no más. Pero no, el año que viene extrañamente nadie se acuerda y vuelta a empezar…

Los niños tiran bombitas o petarditos o como se llamen. La familia está sentada, comiendo en un restaurante del centro. La familia que come unida permanece unida y es evidente que la pólvora también une, ese invento chino que da pleno sentido a la Navidad: los padres asisten impasibles a la necesidad de sus hijos de tirar una bombita cada dos o tres minutos. Están sentados los cuatro a la mesa, padre, madre, niño y niña. Comen sin hablar mucho, un par de comentarios sobre cómo está la calle y algún, “niño, come”, pero los infantes gozan de plena libertad para, entre bocado y bocado, levantarse y tirar un petardito. Está comprobado, en Jerez el lanzamiento de bombitas produce en los padres de los niños una sustancia parecida a las endorfinas, al menos durante las Navidades.

Estos días también hay gente que sufre un extraño fenómeno transitorio: se le olvida para qué sirven las puertas. A muchas personas, grupos de amigos, familias, les gusta llegar a los locales y ponerse justo delante. Tiene su sentido. Hace bueno, tienen todo a mano, ven si pasa su cuñado (para saludarlo o esquivarlo, depende), pueden fumar y los niños, llegado el caso, pueden arrojar sus bombitas navideñas. El problema es cuando otras personas quieren usar las puertas para algo tan insólito como entrar y salir de los sitios, gente, claro, que no sufre este extraño fenómeno. Incluso hay camareros que se empeñan en realizar su trabajo utilizando las puertas para atender en las terrazas, en lo que se antoja un evidente exceso de tozudez por su parte…

Hay incluso bebidas que, de repente, gustan a todo el mundo. Se tiran las botellas todo el año en las estanterías de los bares sin que nadie repare en ellas, acumulando telarañas, y de repente, como es Navidad, pues hala, a vaciarlas. Venga anís, del dulce, del seco. A saco. Y no se crean que es solo para utilizar la botella como instrumento musical, imprescindible en cualquier Zambomba que se precie ahora que es un Bien de Interés Cultural, qué va, las botellas se vacían gaznate abajo. Claro y quién no ha tenido una de anís. Pillado una, digo. Todo el mundo coincide: una y no más. Pero no, el año que viene extrañamente nadie se acuerda y vuelta a empezar…

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