España, la Constitución y la Inmaculada Concepción

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. Periodista. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Máster de Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos en la Universidad de Cádiz. Máster de Humanidades: Arte, Literatura y Cultura Contemporáneas en la Universitat Oberta de Catalunya. 

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El 4 de diciembre no es festivo en Andalucía. El que es festivo, como en todo el Reino de España, es el 8 de diciembre, el Día de la Inmaculada Concepción.

Primera semana de diciembre. Como cada año, los españoles se preparan para disfrutar del famoso puente de diciembre, al que algunos llaman de la Constitución y otros tantos, de la Inmaculada. Desatinos del destino. Hace tan sólo cuatro días, Andalucía celebraba, en día laborable y a la chita callando, el que debería ser un festivo de la comunidad, el Día Nacional de Andalucía, por su trascendencia histórica y social. Pero no. No lo es.

El 4 de diciembre no es festivo en Andalucía. El que es festivo, como en todo el Reino de España, es el 8 de diciembre, el Día de la Inmaculada Concepción. Un día para que todos los españoles de bien celebren la protección de la Inmaculada Concepción, de María Purísima. Una festividad que nace atribuida a un milagro. El milagro de Empel, enmarcado en la Guerra de los Ochenta Años, el que en 1585 un soldado de un tercio de Flandes, cavando una trinchera, se encontró con una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. Un milagro, ya saben, señal de protección divina por el que un tercio se encomendaron a María Purísima, se helaron las aguas del río Mosa y, por sorpresa, pudieron atacar al amanecer del 8 de diciembre a sus enemigos, obteniendo una victoria sobre las Provincias Unidas de los Países Bajos. ¡Un día, claro que sí —nótese la ironía—, que merece ser recordado 432 años después!

Pero la festividad de la Inmaculada esconde mucho más que esta legendaria efeméride histórica. La Inmaculada Concepción es un concepto católico etéreo y difuso: la Virgen María está libre de pecado desde su propia concepción —a diferencia de todos nosotros, que somos uno pecadores y unas bestias—. Además, la Inmaculada Concepción también es patrona y protectora de España —desde 1644— y, por supuesto, del Arma de Infantería del Ejército español. Porque, como saben, la Inmaculada Concepción, nos protege en el siglo XXI de todos los males que acechan a España, de sus enemigos y de los infieles; infieles como los que están en contra de la Constitución, que algunos vemos más purísima que la propia Virgen María —vaya blasfemia que me acabo de marcar—.

Nuestro Reino de España, ese concepto, esa idea, que fue concebida libre de todo pecado original por los Padres de la Constitución. España, esta España nuestra, en la que sus tótems son una advocación de la Virgen María y una Carta Magna redactada con el mojón en el culo, intocable —excepto a espaldas de la ciudadanía para cumplir con el austericidio— y votada sólo por aquellos españoles que hoy tienen más de 60 años. Un Estado de derecho muy aconfesional y mucho aconfesional. Un ejemplo de democracia mariana. España, joder. España, carajo. España y olé.

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