Del delirante caso Nadia tenemos mucho que aprender. El periodismo de storytelling, clic rápido y redes sociales nos ha invadido de tal manera que ha eclipsado la esencia, el propio periodismo. 

Del delirante caso Nadia tenemos mucho que aprender. El periodismo de storytelling, clic rápido y redes sociales nos ha invadido de tal manera que ha eclipsado la esencia, el propio periodismo. La nota que originó la expectación, la pelea por la contrainformación, todo lo que ha girado en torno la historia de la niña que padece una enfermedad rara nos debe hacernos reflexionar sobre el estado de la profesión.

Para bien o para mal, vivimos en una realidad donde la información se acumula a un ritmo frenético. Elegimos tweets, estados de Facebook, post que compartir, noticias que consumir, nos convertimos en nuestros propios curadores de contenido. Es una inercia de los tiempos que corren; los consumidores queremos las noticias condensadas, tipificadas y comprimidas porque hay otras esperando en la bandeja de entrada. Y en ese proceso, con el ansia de destacar y en medio de una feroz competencia, el periodismo se dirige sin remedio hacia un abismo 2.0 (donde ya se hayan, desnortados y a oscuras, algunos de sus principios elementales).

Lo que hemos estado permitiendo de un tiempo a esta parte, regresa ahora para desvelar nuestras vergüenzas. Ejemplos los tenemos a diario en los principales medios del país, condicionados hasta el ridículo por su línea editorial. Dos no se pudren si uno no quiere. El estado del periodismo español tiene que ver con periodistas y lectores. Unos por no contrastar la información y saltarse el código deontológico, vendiéndose por cuatro clics, los otros por entregarse sin reparos al sensacionalismo.

La mejor manera de apoyar a Nadia es apoyar la sanidad y la educación pública. La posibilidad de mantener y desarrollar una estructura sanitaria que salve muchas vidas, independientemente del relato que traigan consigo.

Al respecto, dice Paco Sánchez Múgica en Coolt Magazine que lo mismo necesitamos nuestras propias ficciones para sobrevivir, pero para eso ya tenemos excepcionales novelas y películas. En lo que a mí respecta, lo que necesito del periodismo es lo mismo que he necesitado siempre: que me cuente la verdad.  

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