Placas de represaliados en La Almudena. columnacero.com
Placas de represaliados en La Almudena. columnacero.com

46 años hace que falleció el general Franco y seguimos necesitando una ley que reconozca a sus víctimas. ¡Tiene huevos la cosa! Teníamos víctimas del terrorismo, de catástrofes naturales, pero de Franco, no. Es decir, hemos necesitado una ley que reconociera los derechos de los que padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta la promulgación de la Constitución Española de 1978.

¡Como te digo, Antonia! Debería ser de cajón reconocer a las víctimas del franquismo, igual que se reconocieron en su momento a las del nazismo. No parece lógico, pero es así. Es así porque, más o menos, la mitad de los españoles están representados por una derecha política heredera de aquellos franquistas y no está por la labor de reconocer que sus mentores políticos eran unos criminales que provocaron miles de víctimas en las retaguardias o en La Victoria. No están por esa labor tales partidos. No. Por eso necesitamos que el parlamento refrende una ley que reconozca a las víctimas y condene a los causantes. Y así es cómo en España tenemos oficialmente víctimas del franquismo, porque lo dice la ley con un puñado mayoritario de votos, no porque sea una realidad reconocida, consensuada, aceptada por todos. ¡Somos raros, raros, raros!

Aquí no tenemos una derecha civilizada y moderna, Antonia. ¡Que envidia nos da la derecha portuguesa, francesa o alemana! Esas derechas no son herederas del salazarismo, fascismo o nazismo. Lo han superado. Cada una tendrá sus cosas y sus manías, vale, pero son leales al juego democrático y tienen miras más altas que su propio ombligo. La nuestra no es así, digo el PP y Vox —lo vemos continuamente en el parlamento y cada vez que abren la boca en los medios—, que hunden sus raíces en lo más rancio y casposo del franquismo, al que no condenan. Aún recuerdo a Rajoy recortando con una verónica magistral —qué buen gallego era el tío, Antonia— mientras explicaba que «…eso del pasado, pues tal, mire usted; pero yo prefiero mirar al futuro».

O al de Vox aseverando que el gobierno del presidente Sánchez era el peor en los últimos 84 años. ¡La madre que lo parió! ¡Ponía en igualdad los gobiernos del dictador con los gobiernos salidos de las urnas! Y luego tenemos a Casado con la penúltima genialidad: «La guerra civil fue un enfrentamiento entre los que querían democracia sin ley y los que querían ley sin democracia». Hay que reconocer que, reescribiendo la historia, el señor Casado está a la altura de su postgrado conseguido en Aravaca (Harvard). Otro personaje de VOX, el general Rosety, dice lo mismo «que no fue un golpe militar. Que fue media España que se alzó contra la otra media porque estaba siendo agredida». Sí, tú ríete, Antonia, pero este discurso es el mismísimo discurso que dispuso el franquismo como verdad oficial e inmutable. O sea, estamos en el siglo XXI y parece que aquí no ha pasado el tiempo.

Lo lógico habría sido que, al morir el dictador, muriese su régimen. Borrón y cuenta nueva. ¡Hala, a otra cosa, mariposa! Pero, no fue eso lo que ocurrió. Hubo transición, no ruptura con el franquismo. No se extinguió la dictadura, se metamorfoseó de gusano moribundo a real mariposa democrática. Puede que esa mutación del franquismo a monarquía parlamentaria (o sea, esa Transición Que Se Estudia En Todas Las Universidades Del Mundo) fuese lo mejor que nos podía pasar. Estoy convencido de que fue importante lo que se hizo y cómo se hizo, y nos sirvió para salir adelante. Tal vez fuera lo más inteligente que se pudo hacer en ese momento… pero quedaron muertos en el desván. Cerramos las heridas y quedaba pus bajo las cunetas.

El franquismo permaneció, fresco como una flor, en la judicatura, en el ejército, en las fuerzas de seguridad del Estado, en el funcionariado, en el mundo empresarial, en las finanzas y políticamente se llamó desde entonces Alianza Popular —acuérdate, Antonia, de los Siete Magníficos ministros de Franco—, y luego se refundó en el Partido Popular, y del PP salió un tumor neofascista llamado Vox… y mantienen vivas en la sociedad las esencias de un régimen criminal que no se condenó en su momento, como debió hacerse. Siguió vivo el franquismo, y sus herederos se convirtieron en demócratas de toda la vida. Esa sociedad profunda y estos partidos políticos siguen con la pulsión de partido único. No asimilan que en democracia a veces se gobierna y a veces no… y no pasa nada, Antonia (bueno, vale, se pierde el BOE y numerosos chiringuitos de confianza y miles de puestos de trabajo para amiguetes y tal, pero se debería asumir con deportividad, diría servidor…)

Por eso necesitamos esa ley de memoria. Porque hubo que tragar ruedas de molino en la Transición, y callar y aceptar el perdón de los pecados para los verdugos. Fue el precio para continuar la historia en paz. Durante la Transición tuvimos una espada de Damocles sobre la nuca. Pero, ahora, cada cuerpo que exhumamos de las fosas comunes es un grito de cuencas vacías dirigido directamente a los asesinos. Y hay herederos ideológicos en el PP y en VOX que se sienten aludidos, señalados, avergonzados. Por eso pretenden hacernos creer que exhumar víctimas del franquismo deteriora la convivencia de los españoles y nos llaman desde los escaños buscadores de huesos (o de subvenciones)… además de repetir en todos los foros los tradicionales mantras: hay que dejar en paz a los muertos; lo pasado, pasado está; hay que mirar al futuro; ¿para qué remover viejas heridas?

Dice el presidente del PP que cuando llegue a la Moncloa va a derogar la próxima ley de Memoria Democrática por faltona y parcial —la verdad es que a la derecha española nunca le ha gustado que saquemos a sus muertos del armario—, y la va a sustituir por una ley de concordia… en Andalucía ya tenemos un Comisionado de la Concordia que sustituye a la Dirección General de la Memoria Democrática. Lo lleva políticamente gente de VOX, por cierto. Era una de las condiciones para apoyar al gobierno andaluz del PP y Ciudadanos. La zorra en el gallinero… Son maquiavélicos y listos, hay que reconocerlo, Antonia. Oponen a la ley de memoria una ley de concordia dando por hecho que ambos conceptos son antagónicos… si recuperamos la Memoria nosotros nos encargamos de que no haya Concordia es lo que vienen a decir. Utilizan esa palabra: CONCORDIA. ¿Quién se podría oponer a una ley de concordia nacional? ¡Nadie! Nadie desea la discordia y nadie razonable se va a oponer a que los españoles recuperemos otra vez la concordia. Pero en boca de estas personas, concordia significa olvidar las cunetas y el crimen que cometieron sus mentores. ¡Son buenos, los tíos! ¡Son muy buenos utilizando el lenguaje y las palabras para hacerse con el relato! Son muy buenos sembrando la discordia y los malos modos en el parlamento, y en el mundo político, para luego proponer la solución al ambiente irrespirable que ellos mismos generan. Como siempre hacen.

No sé, Antonia… los nazis perdieron la guerra y se les condenó en Nüremberg. Todos entendimos y aceptamos que esos crímenes eran condenables. Pero los franquistas ganaron su guerra contra la República y nadie en España pudo condenarlo (los que habrían querido estaban muertos o exiliados). Y tuvieron 40 años para desarrollar una sociedad con valores antidemocráticos. Tuvieron tiempo para tapar sus crímenes inventando un relato a su medida. Y cuando murió el dictador, tampoco se le condenó. Y, por si acaso, a los franquistas y a sus crímenes no reconocidos se les amnistió en 1977… fue el precio de una Transición modélica. Y ahora salen de nuevo retomando el relato franquista de la historia. Insisten en que es mejor no recordar más cosas. ¡Para qué tanta ley de memoria! Mejor aplicamos una ley de concordia porque, al fin y al cabo, en su relato no existió el golpe de Estado de 1936, aquella guerra que provocaron fue una cosilla entre los que querían democracia sin ley y los que preferían ley sin democracia. ¡La madre que nos parió! Por lo menos reconocen que lo suyo no era democracia, ¡que ya es algo!

No. Nosotros no tuvimos nuestro Nüremberg y, por eso, en la conciencia colectiva de los españoles no está asentada la convicción de que el franquismo fue un régimen criminal y condenable. Y, por ejemplo, los herederos de aquellos españoles, como el señor Almeida, alcalde de Madrid, se permite el lujo de arrancar las placas de granito con los 2937 nombres de víctimas fusiladas por el franquismo en el cementerio de la Almudena. Aduce que no están todas las víctimas de Madrid, pero calla que los asesinados en Paracuellos, en las calles, en los cementerios y en las chekas madrileñas llevan 84 años siendo reconocidos como mártires y víctimas de la barbarie roja. Nadie duda de esos otros crímenes. La pena es que las 2937 víctimas del franquismo vuelven a estar tiradas por el suelo, maltratadas y silenciadas oficialmente en el siglo XXI. Y, para rematar la tropelía, también se arrancaron, por impertinentes, los versos de Miguel Hernández que iluminaban el intento de Memorial madrileño: «…porque soy como el árbol talado, que retoño: porque aún tengo la vida». Pero lo que retoña son los valores que produjo esas 2937 víctimas.

La concordia —ese concepto tan necesario en España y que los herederos del franquismo se quieren apropiar— pasa por mantener viva la Memoria y el reconocimiento de las víctimas. Para que haya concordia es preciso que las víctimas y los verdugos se reconozcan mutuamente como tales. Hoy solo viven los herederos. Unos biológicos, otros ideológicos. La pregunta es: ¿Cuándo reconocerán los herederos ideológicos del franquismo que sus mentores fueron militares sin honor, miserables fascistas y verdugos de moral católica? ¿Cuándo, Antonia?

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